About the work
https://valentina-lujan.es/E/eyewearmadein.pdf
Lo encontré en seguida. Pedro dijo que lo había dejado en el alcorque de un árbol junto al aparcamiento de las motos; y allí estaba, negro, uno de tantos, helado y ya rígido y, en su vientre, al palparlo, no pude apreciar si era alguna de las hembras embarazadas.
Luego vi a las dos; la grande ya parida – la conozco porque tiene un ojo raro – de no más que el día, la noche, anterior, y la pequeña, que está de menos tiempo, allí estaba también.
¿Dónde andarán tus hijos?, pensé, ¿cuántos serán?
La blanca y negra, después de una semana reapareció, parida también…
Al doblar la esquina de Velázquez un hombre sentado en un banco me esquivó, la mirada, se giró ostensiblemente para darme la espalda y, cuando salí de entre los setos que siempre se me enganchan en el pelo, no estaba ya.
Llevaba un jersey azul, un jersey de esos que se notan tricotados a mano y hacen pensar que en la vida de quien lo lleva hay, o hubo, alguna vez una mujer que lo tejió; alguien que eligió con mayor o menor acierto éste o aquel color, tales o cuales agujas y punto inglés, o de arroz, o canalé, y una manga ranglan o pegada o… Una madre, o hermana o esposa o quien fuese que echaba este punto, y luego el otro, del derecho o del revés y mirando, la tele, o escuchando la radio o pensando o recordando o cavilando… Como mi madre, por ejemplo, que tejió muchos para mí siendo yo niña anda ven. Y me lo ponía sobre el brazo - la manga - y calculaba faltan tres dedos o, a veces, se le ocurría con un ovillo trasconejado en un cajón anda, mira, le podemos poner una cenefa; y unas veces la cenefa era a lo mejor un acierto, y otras no.
Así que siempre siento un algo de ternura por quien lleva un jersey hecho a mano, porque hubo alguien que lo quiso, alguna vez, y se ocupó o preocupó porque fuese abrigado, y porque el jersey fuese bonito aunque, ya digo, mi propia madre a veces a mí misma me los hizo feísimos. Alguien que alguna vez le dijo tienes mala cara o qué has comido o esas compañías que frecuentas y no me gustan ni un pelo ya veremos si a la larga no…
Aquel hombre era de mi edad, más o menos, y parecía desolado o perdido o atribulado; un hombre de campo, o de pueblo, sin arraigo en la ciudad ni versado – se le notaba – en cómo buscarse la vida; un hombre que tampoco era un mendigo porque los mendigos llevan consigo multitud de cosas y aquel no; nada y las manos vacías.
Luego, al volver a casa fumando el cigarrillo por el bulevar y pensando esta noche se oyen menos los pájaros, lo volví a ver acurrucado ahora, entonces, aovillado y durmiendo o simulándolo al resguardo de un recodo de la fachada del Vips.
La gata del registro me esperaba – bueno, a su postre que es el puñadito de pienso para cachorro que reclama a maullidos cuando me oye, o huele, el ruido de las pisadas por segunda vez – y, al cruzar la calle de Francisco Silvela anudando la bolsa que contiene el poco que había quedado, para mañana, un luminoso con la cara de una joven muy guapa, muy tersa, muy angelical con gafas de sol con montura negra, anunciaba Prada eyewear made in…
Pensé el mundo es desmedido y todo en él es desproporcionado, pero me consolé recordando que el gato atropellado no era ninguna de las hembras embarazadas; y que el hombre que tan desamparado parecía llevaba un jersey hecho a mano, y que alguien que lleva un jersey hecho a mano tiene quizás un alguien a quien decir perdí la llave y no quise despertarte.
Recordé también que dando tumbos por algún cajón tengo, desde hace años, unas gafas de sol, con montura negra, que en la patilla que no se comió Sánchez pone Ives Saint Laurent, made in Italy.
Sánchez es mi perro; yo soy, por tanto, entre los dueños de perro del barrio, la "señora de Sánchez".
5 de abril de 2008
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.