About the work
https://valentina-lujan.es/C/compadecencia.pdf
‒ ¿Podría usted proporcionarnos una descripción de la encauzada?
‒ Parecía una de esas duermevelas curvadas que tan pronto se bifurcan hacia el inminente arrebatar el azul al calor del fuego como hacia el violento entrechocar de candiles contra maledicencias, pero si se la observaba con detenimiento podía apreciarse que tenía un sabor muy parecido al que se desprende, en pequeñas escamas parpadeantes como si fueran de obsidiana o ― tal vez y para los menos exigentes ― de una muy poco frecuente variedad de olorcillo impreciso a costumbre de no dejarse intimidar por el aletear impertinente que producen los miedos cuando se los obliga a abandonar a sus vástagos en mitad de un temporal, de la tendencia tan acusada que tienen ― no todas, pero sí muchas y sobre todo las de colores lentos ― las embocaduras de determinados instrumentos que, siendo de percusión aun sin descartar que los pueda haber de cuerda, se empecinan en cabalgar a lomos de bolas de nieve que, antes o después, terminan por derretirse.
‒ Comprendo. Pero díganos, ¿la observó con el detenimiento suficiente como para poder apreciar tantos detalles?
‒ No tuve tiempo. La bola era demasiado pequeña, y el día uno de esos, ya sabe, terriblemente caluroso de pleno verano.
23 de abril de 2017
Comments
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.