About the work
https://valentina-lujan.es/trans/Convienefij.pdf
– Conviene fijarse, sí; eso ya lo sé don Carmelo ― replicaba intentando no entrar en discusión la madre cuando era requerida en un aparte porque no quiero yo, doña Jacinta, ponerla a usted en evidencia delante de las otras madres pero tiene usted que hacerse cargo la niña apenas avanzaba ―, y no perder de vista que cuando son tantos, tantísimos los datos que en el transcurso de la vida han ido incrementando el acervo cultural de uno o de una, por mucho que te esmeres en ser coherente ― y bien sabía el Señor y usted mismo, don Carmelo, debería de estar al cabo de la calle perdóneme que se lo diga que Enedina se esmeraba — confiar exclusivamente en la memoria es una temeridad, pero...
Mostrándose compungida, pero poco, y nada más por contemporizar convencida, como estaba, de que… pero ¡quién iba a prestar ― encarecía ― atención a los pendientes de doña Magdalena! —, caminando ya hacia la puerta pesarosa tras, tendiéndole su mano enguantada, despedirse con un escueto gracias y pensando que sabiendo, como sabía ella muy bien que todo el mundo sabía aunque ese mismo todo mundo se callara y, ella, tú, Jacinta, no vas a decir ni una palabra porque, y eso sí que circularía de boca en boca, si dijeras dirían que si tal y que si cual y que si esto y que si lo otro como la gente es tan, tan, tan, tan…! ay, Jacinta, tienes que acordarte, por favor!, nerviosa, taconeando ahora a paso vivo por la calle apartando un mechón de pelo de su frente, ¡tienes que acordarte, que te lo has aprendido esta misma mañana!, Jacinta, ¿qué es la gente?, ¿cómo es la gente?...
Para terminar por, angustiada y agotada por el esfuerzo infructuoso, dejarse caer abatida en un banco del bulevar y, sin poderlo evitar, prorrumpir en ahogados sollozos porque, resígnate, Jacinta, por mucho que te apliques — con, al hombrecillo que señora, ¿se encuentra bien?, un ademán nervioso de la mano rechazarlo sin palabras — nunca aprenderás cómo es la gente.
Transgresiones
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.