About the work
https://valentina-lujan.es/I/impacto.pdf
Me despierta un ruido grande pero sordo, como de algo de una sola pieza y muy voluminoso golpeando sobre una superficie cubierta por algún tipo de material acolchado o sobre la arena de una playa desierta sin causar víctimas ni destrozos porque, de lo contrario, se hubiesen oído gritos, o lamentos, o demandas de auxilio o el crujir de objetos que se quiebran, a menos, que también lo pienso, “el impacto haya sido tan rotundo que”.
E imagino Hiroshima como imagino siempre que la pienso Hiroshima preguntándome por qué no Nagasaki o lo que no imagino sin saber por qué siempre que a continuación de Hiroshima pienso indefectiblemente en Nagasaki como específicamente Nagasaki.
Pienso asomarme al balcón pero me digo que no va a merecer la pena porque no tengo cerca ninguna playa; y no habiendo podido ser sobre una playa (o sí sobre una playa, no se puede descartar de plano que pueda sobre cualquier playa del mundo producirse un impacto que produzca un ruido grande ― pero sordo ― como de algo de una sola pieza y muy voluminoso golpeando sobre una superficie cubierta por algún tipo de material acolchado, pero no la playa sobre la que yo estoy imaginando) no tiene el menor sentido ponerse a averiguar si ha habido víctimas entre los bañistas desprevenidos y despreocupados tumbados, tranquilamente, panza arriba dorándose al sol contrariados porque en un par de días terminarán sus vacaciones de verano y tienen, aún, que recoger todos sus enseres y empaquetarlos y organizar el viaje de regreso a sus ciudades de origen maldiciendo de la vida cotidiana y de los atascos y de que la nevera, ya lo verás, va a estar vacía.
Y está vacía. No la nevera imaginaria de unos bañistas que tumbados tranquilamente panza arriba dorándose al sol desprevenidos y despreocupados imaginan contrariados que en un par de días terminarán sus vacaciones de verano sino la de quien en una mañana de invierno los imagina recogiendo todos sus enseres y empaquetándolos y organizando el viaje de regreso a sus ciudades de origen, maldiciendo de la vida cotidiana y de los atascos y de que la nevera, además, que lo acabo de mirar, esté vacía a menos, que también lo pienso, que alguien a quien despertó un ruido grande (pero sordo , como de algo de una sola pieza y muy voluminoso golpeando sobre una superficie cubierta por algún tipo de material acolchado o sobre la arena de una playa desierta sin causar víctimas ni destrozos porque, de lo contrario, se hubiesen oído gritos, o lamentos, o demandas de auxilio o el crujir de objetos que se quiebran) tenga la ocurrencia de ocuparse de sus propios asuntos y dejar de una puñetera vez de imaginarme.
29 de septiembre de 2016
Oquios
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.