Nota preliminar a las versaciones de un chupaplumas
Alicia Bermúdez Merino
Madrid - Spain
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https://valentina-lujan.es/alicia/verchupanotpreli.pdf

Le dije que exageraba. Que yo nunca…

Me había pedido años atrás y al cabo de unos cuantos sin vernos que le hiciese un favor de suma importancia para él, y ahora — quiero en realidad decir entonces, cuando nos encontramos y estuvimos hablando del asunto —, una vez hecho el favor, me reprochaba no sé qué deslealtades y me culpaba de haber traicionado nuestra amistad.

Entonces fue cuando le respondí exageras, y él con muy malos modos replicó no exagero en absoluto.

– Claro que sí. Lo que pasa es que cada cual recuerda las cosas como le conviene.

– ¿Me conviene; me reporta algún tipo de felicidad o beneficio el recordarlas como fueron?

– ¿Cómo fueron?

– Lo sabes perfectamente.

– Eso es verdad; con tanta claridad que te cuento si quieres, punto por punto y palabra por palabra, qué pasó y de qué hablamos.

Y como se quedó callado mirando el cenicero con gesto hosco, di por hecho que asentía y empecé a hablar, desde el principio; desde el principio aunque — entendiendo que había supuesto igual que yo que, no teniendo ya temas comunes de que hablar después de tanto tiempo, nos limitaríamos a cruzar algunas frases huecas en aquella acera abarrotada de la Carrera de San Jerónimo y seguir cada cual nuestro camino — me salté el saludo y un par de trivialidades referentes al tiempo, por cierto, muy lluvioso.

– Tampoco te contaré — dije —, puesto que tú mismo podrás recordar un cenicero lleno y dos paquetes de tabaco vacíos iguales que estos —, que nos habíamos equivocado los dos.

Omití asimismo que al cabo de un rato recibiendo empellones de los que caminando con prisas y paraguas abiertos proferían improperios o algún seco perdón dedicándonos miradas hostiles, ahí estábamos: sentados a una mesa de un Cofee Shop y departiendo, amigablemente, como cuando éramos amigos inseparables.

– Y, como entonces — hablé al fin, contemplando recuerdo las partículas de polvo suspendidas en un rayo del sol, cegador casi, de aquella mañana de verano radiante —, tu conversación giraba en torno a lo que había girado siempre. Y como entonces yo trataba de seguirla preguntándome, como me había preguntado siempre, por qué era precisamente a mí a quien elegías sabiendo que en una cuestión tan importante para ti, y que tan por completo te absorbía, jamás había podido ayudarte.

– Porque, vamos a ver — te preguntabas, le dije, me decías, angustiado ante la amenazante impavidez del papel en blanco; lo cual era un desperdicio lamentable porque mi sensibilidad fue siempre nula hacia el lenguaje literario — ¿Qué puede escribir alguien a quien ni gusta la novela ni sabe abordarla, ni se considera capacitado para escribir un ensayo ni, menos aún, posee los conocimientos suficientes de alguna materia como para que no lo paralice el pudor a la hora de exponer y desarrollar cualquier tipo de teoría?

– ¿No te gusta la novela, después de toda la vida intentándola?

– Por eso precisamente: estoy harto. No sé abordarla, termino de decírtelo; he empezado varias y me pierdo, no sé estructurar un argumento... divago, me confundo...

– Pues con ese panorama lo tiene chungo alguien — dije, mirando distraído las botas mojadas de una joven, con vueltas de piel —; pero si ese alguien no se puede quitar de la cabeza el ser escritor, a mí me parece que la novela no puede ser muy difícil.

– Eso es lo que tú te crees — Gruñiste.

– Pues el ensayo — sugerí, y traté de animarte —: El ensayo no puede resistírsele demasiado a alguien que como tú sabe enlazar frases hábilmente, y plasmar sensaciones o sentimientos de forma en cierto modo filosófica, pero accesible y muy cercana...O eso oí asegurar alguna vez a amigos, de esos que entienden...

– No.

– No te digo un tratado sesudo; sólo un ensayo.

– Que no.

– ¿Por qué?

– Porque... — Recapacitaste un momento y, entornando un ojo, preguntaste —: ¿Cuánto se ha escrito en torno a Don Quijote, por ejemplo?

– Mucho, supongo.

– Muchísimo — Abundaste — ¿Pero para decir qué?

– Ya sabes que yo...

– Pues cosas tales — hablabas mirando, con cierto interés, a la joven de las botas; que estaba dando un beso en la mejilla...

Versaciones

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Code: 2402176950741
Date: Feb 17 2024 21:11 UTC
Author: Mario Zurita
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About the creator

Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.

No tengo formación académica.

Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.

He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.

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Destino
Destino
http://valentina-lujan.es/D/destino.pdf ¿Nací yo para buscarte o tú para perseguirme; para ir yo al encuentro tuyo o venir tú a darme auxilio? ¿Es mi para qué encontrarte o es el tuyo el que me zafe de las trampas que doloso me tiendes tú con ardides disfrazados de designios a los que debo rendirme sin opción a rebelarme, batallar y debatirme? Cuándo tanteo en mi camino, y me pierdo, y me confundo, y me desespero y dudo preguntándome si debo desasirme o amarrarme ¿Es que te me estás hurtando o es que yo intento entregarme en manos de un albedrio que me libere del miedo que me causa el estorbarte? Cuando me apuro y me afano, me apresuro y me empecino ¿Estoy a ti adelantándome o te rezagas (maldito) burlándote por el gusto de forzarme a que me avenga a entender que estás escrito? Cuando te pienso y me aflijo, cuando te imagino ajeno, extraño, y hasta furtivo ¿Es que te estás desvelando o tan sólo revelándome el secreto que me dice el dislate en el que incido pretendiendo que tus tiempos se acomoden a los míos? ¿Es que te escribo o me guías; es que tu trazo me lleva de la mano de mis pasos allá donde ya sabía que había de llegar tan sólo si pese a ti y mi pasado, mi memoria y mi agonía, me aguardaba qué fue luego lo que aun antes ya latía en algún lugar del alma, del Todo y de la armonía que reinaba (sin saberlo) en tu rumbo y en mis vías o es tal vez,  por el contrario, que mis actos te mancillan? ¿O nacimos, tú y yo juntos, a la par y el mismo día, condenados a entendernos y a converger y a querernos, uno al otro, los dos juntos, y a querer los dos a una cerrar quién sabe qué círculo en que se encuentren, conjuntas, la calma con que me observas y la inquietud que en mi habita; para escribir, a dos manos, con mi letra y con tu tinta, la historia que te concierne y el devenir que me incita? 4 de enero de 2012 Etiqueta: Admistiquios Categoría: Poesía
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Work of the month September 2023
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Nécora o pasteles
Nécora o pasteles
http://valentina-lujan.es/N/necoraop.pdf Era una tarde de verano y estábamos en Mugardos. Pasábamos unos días por aquella zona de Galicia y con frecuencia íbamos allí, a la caída de la tarde, incluso aunque no nos quedara demasiado cerca — nos movíamos mucho y la mayor parte de las veces sin haber establecido un rumbo, tirábamos por cualquier carretera y a alguna parte llegaríamos —, sólo por el capricho de tomar marisco. Han pasado no menos de treinta y cinco años, de manera que no sé imaginar cómo será en la actualidad el pueblo, pero, en mi recuerdo, sólo había un bar, un establecimiento pequeño y de aspecto bastante rústico en el que solíamos ser — quizá por la hora, intermedia, ni de comer ni de cenar — la única clientela. Debimos de aparcar un poco lejos — no sé por qué ya que por entonces no había tanto turismo, las carreteras de Galicia no eran de las mejores del mapa, y además ya estábamos en septiembre — y caminábamos, hablando, riéndonos, un tramo de acera… No habría sucedido si hubiésemos aparcado cerca. Nada sorprendente, ni pintoresco, ni especialmente digno de ser recordado; es tan sólo una anécdota que ha vuelto a mi memoria varias veces a lo largo del tiempo. Pocos metros antes del bar había una pastelería, muy cerca, casi al lado, y al pasar (siempre me ha gustado tanto el dulce) miré el escaparate. Debe de ser que alguno de los pasteles me resultó muy apetecible, y que hice el gesto de entrar, y pedirlo, y comérmelo. Ella, entonces, paró de lo que estaba diciendo para preguntar con algo de impaciencia, o sequedad, “¿quieres una nécora o quieres un pastel?”. Mis palabras no las recuerdo, pero sí que le contesté (juro que sin mosquearme y en tono perfectamente sereno) que no era incompatible; yo me comía el pastel en un momento, allí, de pie en la pastelería, y seguido nos metíamos en el bar y tomábamos la nécora, o lo que fuese, sentadas y conversando y riéndonos, como de costub… Me atajó bastante expeditiva replicando, con el grito en el cielo (que es una forma coloquial de decirlo, jamás gritaba y su voz era además muy pequeñita; costaba que la oyesen y cuando quería algo decía “pídelo tú”), que eso no era lógico y que cómo iba a tomar un pastel y de postre una nécora... Etiqueta: Armisticios Categoría: Prosa
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Entre bromas y entre veras
Entre bromas y entre veras
https://valentina-lujan.es/B/29del12de2022.pdf Etiqueta: Breves Categoría: Poesía
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Dámelo
Dámelo
http://valentina-lujan.es/D/damelo.pdf Dámelo, ponlo en mi mano, deposítalo sin pena, ese dolor que te hiere y que amenaza con serlo por largo tiempo y dejarte en el alma la pobreza que vuelve a los desterrados tan esclavos de la tierra. Dámelo, ponlo en mi mano, ese sentimiento oscuro, ese amargor que condena a la soledad y al llanto las bondades de que fueran depositarias las horas de otros días y de otras ciertas, verdaderas algaradas, algarabías traviesas de desatadas pulsiones palpitantes de ‟quisiera” que no quisieron perderse del todo entre la maleza de mediocres pareceres que desfiguran y alteran que ha de ser y será siempre lo que colmará la espera. Dámelo, ponlo en mi mano, deshazte de ello y condena al fuego eterno el olvido que amenazó con sus fieras zarpas henchidas de ardores propulsados por la yerta desolación que acompaña en su malquista aspereza la distancia que se mezcla, se interpone y hace cuerdas, sensatas y razonables las razones que se alteran al amparo de las sombras que las hostigan arteras al borde de la locura que es siempre desatender la cosecha de bondades cuyo fruto necesita de tu hacer y tu cuidar de su nunca vana hacienda. Dámelo, ponlo en mi mano, desnúdalo de los viejos oropeles y ropajes que lo invisten de su aire cargado de hedor a cierto putrefacto resto torpe de arrestos que han de rendirse no por derrota vencida de cadenas que aniquilen qué de verdor o ternura o de fresca savia aliente en las ramas desgajadas del tronco del que proceden sino frente a la evidencia de que nada ha de perderse sin haber antes rendido su cuenta allá donde deben. Dámelo, ponlo en mi mano, apártalo de tu frente y del centro de ese sitio en que anida lo que debe ser el eje y el remanso, lo que mueva y lo que aspire, lo que inspire y lo que induzca a conducir con premura tus afanes y tu espera, tus desvelos y la nítida convicción de que no hay nada y nadie ni quien pudiera arrancar de ti la única, sola y preclara fe cierta de que no ha de fallar nunca bajo tus pies la certeza de que caminas sin yerro hacia qué fue sin por ello dejar de ser lo que venga. 1 de junio de 2011 Etiqueta: Admistiquios Categoría: Poemas
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Cuerpo y alma
Cuerpo y alma
https://valentina-lujan.es/C/cuerpoialma.pdf Dijiste que no querías irte sin que te dijese por qué ya no te decía que habría de quererte siempre. Dijiste que no querías marcharte sin preguntarme por qué ya no me importaba que regresaras tan tarde. Dijiste que no querías alejarte de mi lado sin conocer los motivos que tuvieron los extraños diciendo que en nuestra historia todo había sido fracaso. Dijiste que no aguantabas ni un minuto más, juraste, seguir viviendo a la sombra de un desamor ya tan grande. Dijiste que no querías despertarte más con miedo de recordar pesadillas de grandes bloques de hielo deslizándose despacio, sin ruido, muy suavemente, dejando un rastro de hastío tan parecido a la muerte. Dijiste que me querías, antes de romper un pacto que prometió ser eterno pero bien vimos endeble, preguntar dónde habían ido las palabras que algún día pronunciaron unos labios que ya no reconocías. Dijiste que ya más nunca habría un lugar ni un instante, ni en tu vida ni en la mía, ni en la tierra ni en el aire, ni en el mar grande y profundo ni en las llamas ondulantes de fuegos en los que ardieran mundanas banalidades, en que pudieran fundirse, donde pudieran aunarse, tu pasión por no saberme y mi ardor por ignorarte. 30 de mayo de 2016 Etiqueta: Admistiquios Categoría: Poemas
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Extranjeros
Extranjeros
https://valentina-lujan.es/E/extranjeros.pdf Es agosto y como ya no suelo leer en el metro ni en los autobuses porque tengo que estar cambiando de gafas cada vez que levanto la vista y termino por sentirme mareada, mi mirada, tras deambular un rato errática, fue a posarse distraída sobre una pareja de extranjeros. Eran de algún lugar de Suramérica, tal vez ecuatorianos, y su aspecto era el característico que tienen las personas que no nadan precisamente en la abundancia. Estaban sentados y hablaban entre sí no alto, mucho más bajo de lo que solemos hablar los españoles, pero sí animadamente; y se sonreían, la mujer gordezuela y con su brazo alrededor de los hombros del hombre que, bastante menos corpulento que ella, sostenía mientras conversaban un niñito de… no sé calcular edades de niños tan pequeños, pero tal vez cinco, o seis meses. Lo llevaban envuelto en una tela ligera, de color amarillo, no le veía por tanto la ropa y sí sólo la cara, medio cubierta la frente por una gorrita de visera que dejaba ver los ojos, la nariz, la boca, los mofletes… Todo ello con los rasgos inconfundibles de las gentes de aquellas latitudes. Y no pude evitar sentir, aunque en buena lógica no tendría por qué, una especie de congoja. Compasión, tal vez, y quizás sin razón, por ellos tan lejos de sus referencias y de sus afectos y de sus recuerdos; y tan condicionados, di en imaginar, por la privación de esa maravillosa irresponsabilidad que puede derrocharse a manos llenas cuando uno nada más ha de cuidarse de sí mismo. Quien sólo debe atenderse a sí mismo puede desentenderse de infinidad de servidumbres porque elige someterse o no, doblegarse y transigir ante las exigencias o imposiciones de otras gentes a cambio de un salario irrisorio o, porque puede, reírse del mundo y ser el único dueño de su propia hambre. Y compasión también por el pequeño, tan a expensas y tan en manos de padres tan maniatados por todo el cúmulo de aconteceres que los colocaron en su situación de desventaja, no ya sólo económica y social sino esencial en lo más íntimo ante el hecho, ineludible, de (algo tachado) Imaginé cuánto habrá de crecer esa criatura y por qué cantidad y variedad de experiencias habrá de transitar hasta llegar a ser adulto ― o adulta, si era una niña ― y tener un carácter, y una forma de entender la vida y de enjuiciar el mundo que será la que sus circunstancias le deparen y la que dé forma a su concepción de qué es dignidad, o respeto, y, desde esa concepción, cuáles de entre todos los ideales que el cada día le vaya brindando y moldeando en él ― o ella, ya digo ― serán los ideales nobles por los que merezca vivir y luchar en una tierra que, hay que admitirlo, siempre es hostil sea la que sea. Hostil no por maldad de sus gentes ― nosotros, los españoles, en este caso ― sino por lo muy poco que posibilita el hacer que se sienta ligado a ella por otro vínculo, otro arraigo que no sea el derivado del afán tan inmediato de la subsistencia. 22 de agosto de 2008 Etiqueta: Admistiquios Categoría: Prosa
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AMOR ETERNO
AMOR ETERNO
http://valentina-lujan.es/A/amoreterno.pdf AMOR ETERNO Partir en dos por la mitad la huida camino de regreso a cualquier nombre, cualquier número, de cosa, de color, de línea curva, de linde entre el extremo y el destino que se tocan, en la frente pensativos, parentesco, sin sangre de por medio ni nada que pueda dar indicio de que naciesen, cuando aún se conocían, para de cabo a fin reptar y volar, sin desprenderse. 11 de noviembre de 2020
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Zureos zarandeando zozobras entre zarzales
Zureos zarandeando zozobras entre zarzales
https://valentina-lujan.es/Z/zureos.pdf  Zureos zarandeando zozobras entre zarzales y — entre graznidos y esbozos de abrazos asaz gozosos; zarabandas de zorzales, zarapitos, zarigüeyas, y el trabazón de alborozos de los mozos y zagalas zafándose en zigzagueo al solaz de las azules o azulencas azucenas, rezongando jerigonzas, tamizadas, azarosas, de retazos retozones  o briznas de sinrazón concienzuda de certezas zambulléndose en bostezos enlazados con anzuelos embozados de zalemas esforzadas por zaherirlos, zumbones, y zamarreros — a tropezones se izan, alzan y su prez rezuman frente a la faz infeliz de alabanzas perezosas enraizadas, enzarzadas, en trozos de escaramuzas trenzadas entre espeluznos de atenazador azote que, deslavazado y zaíno, con desazón se desliza entre cazurros zumbidos que lo azuzan y lo lanzan a un pozo de chabazite que lo destrozará en trizas que trazará, en la pizarra, a la sazón una tiza con trazas de danzarina , en zapatitos, y bizca, y una zambomba zumbando en sus brazos una pizca, y, en rizos entrelazados, muy pizpireta una pinza y, en la pinza, zalamera, una fugaz azalea. Ay qué gozo y qué algazara finalizar la proeza esforzada y tan bizarra de engarzar zeta con zeta y, descalza en la terraza, zapatearse una zambra con azumbre de cazalla y zurciendo, sin vergüenza, el azar con la esperanza. 1 de mayo de 2023  
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De qué
De qué
https://valentina-lujan.es/D/dequedijeron.pdf ¿De qué dijeron que fuera, fuera de lo que perdimos, de lo que fuese aquel algo que pensaron tuyo y mío no sería nunca tan fuerte, tan sólido, ni tan fino, como para poder nunca arrasar con qué vivimos cuando fuese lo que fuera lo que unió nuestros destinos no fue lo bastante sólido, ni tan fuerte, ni tan fino, como para no quebrarse y romperse en mil añicos? ¿De qué dijeron que fuese, fuera de lo que perdimos, de lo que fuera aquel algo que ni tú ni yo vivimos pero imaginaron ellos que sí que habíamos vivido estaba siendo tan fuerte, y tan sólido, y tan fino, que no iba a poder cortarlo filo de ningún cuchillo ni asestarle golpe alguno los envites del destino? ¿De qué dijeron que fuera de lo que fuese qué fuimos no habría de olvidarse nunca que lo que siempre tuvimos fue no tener nunca miedo a qué pudiera ser digno de ser tenido por fuerte, o por sólido, o tan fino, como para que pudiese ni quebrar ni hacer añicos lo que siempre estuvo al margen, fuera de lo que perdimos? ¿De qué dijeron, ni cuándo, para qué y con qué motivo, que fuera de lo que fuese lo que alguna vez seríamos no habíamos sido más cosa que mereciera ser dicho tanto como se dijera que si tú y que yo y que fuimos ya de fuego ya de aire ya de metal o del limo en que se forjan los cuerpos que luego labran destinos que nos llevarían tan lejos, fuera de lo que perdimos, que ya no encontraría nadie ni tus rastros ni los míos? ¿De qué, ni cómo, ni cuando, tenían derecho a decirlo no estando sabiendo nadie ni qué somos ni qué fuimos? 24 de mayo de 2013 Etiqueta: Admistiquios Categoría: Prosa
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De la dignidad y la grandeza
De la dignidad y la grandeza
http://valentina-lujan.es/D/deladignidadylagran.pdf Creo que todas las personas nos forjamos en la mente un qué deseamos o esperamos de nosotras mismas, nos imaginamos e imaginamos este mundo en el que vivimos, y nos hacemos la ilusión de lograr un lugar, una pequeña parcela de identidad en él. Aspiramos a ser amados, a ser respetados, a ser admirados; y para ello entendemos necesario que esté habiendo en nosotros algo amable, o respetable, o admirable. Y nos esforzamos en ser cada día un poquito… eso que solemos denominar “mejores”. No sé qué motivo pudo tener la creación — o ese algo desconocido (y tan imaginado por todos y de formas tan distintas) que todo lo creó — para perpetrar un serecillo tan despreciable como es el parásito intestinal; ni sé tampoco que son los (o las) Proglótides; pero entiendo que el que yo no sepa su “para qué” no invalida ni desvirtúa el “por qué” se les asignó esa función tan despreciable. Y sin embargo cumplen su función, y la cumplen bien, a pleno rendimiento, y hasta sus últimas consecuencias, y sin equivocarse ni lamentar su condición de miserables. Las personas no queremos algo así para nosotras. Las personas queremos dignidad y dignidades. Todas queremos pertenecer a la ralea de lo deseable, de lo que debe ser. Pero, pensemos en una persona indeseable; en alguno de esos seres que consideramos escoria que no vale nada. ¿Y si fue creado para ser despreciado y despreciable, para jamás ser admirado, ni amado, ni respetado? ¿Y si su fin último es ser el chivo expiatorio (o eso otro que se llama cabeza de turco y no sé si significa lo mismo) al que otros, los demás, desprecien, y no amen, y no admiren ni respeten? Los humanos vivimos presos y esclavizados por nuestra “humanidad” acicalada de nuestra inteligencia y nuestra razón; y ponemos nuestras metas en ser “buenos seres humanos”. ¿pero y si más allá de ese “qué somos” y qué suponemos que es nuestro destino o nuestro logro existe un otro “algo”, otro lugar jamás pensado u otro criterio jamás pergeñado por nuestro pensamiento? ¿Cómo podemos saber ni asegurar, nadie, que nuestra verdadera grandeza no esté consistiendo precisamente en ser lo que somos (sin tal vez quererlo y nadando incluso, incautos o soberbios, a contra corriente de nosotros mismos) hasta las últimas consecuencias? Así, el que no es amado, el que no es respetado, el que no es admirado… ¿Qué daño estaría recibiendo del que ni lo amó ni respetó ni admiró? Tal vez, en ese otro lugar, el ni amado ni respetado ni admirado en este mundo se partiese las tripas a reír — si ese “otro lugar” existiese (aunque sin tripas, claro, que para tripas y parásitos y defecaciones y podredumbres y toda otra serie de guarrerías con este mundo es suficiente) — celebrando, loco de contento, haber cumplido a plena satisfacción la misión para la que fue creado. Ah, y agradecido a quienes ni lo amaron ni respetaron ni admiraron. Y, su Creador, orgulloso de él y dándole palmaditas en la espalda: “Has cumplido, estarás a mi diestra”. 3 de julio de 2012 Etiqueta: Admistiquios Categoría: Prosa
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secretos-de-la-felinidad
secretos-de-la-felinidad
https://valentina-lujan.es/S/secretosdelafelinidad.pdf No es el hacer planes de qué comerán mañana lo que les proporciona su comida, ni el cavilar cuál es el rincón más confortable lo que los coloca bajo el rayo del sol en las mañanas frías de invierno o sobre el césped fresquito, recién regado y a la sombra en las horas de la siesta del verano. Copulan, tan inhumanos ellos, sin el amor que tan irracionales jamás confunden con el impulso sexual. No piden consejo a suegras y a cuñadas y vecinas de cómo cuidar a sus crías, ni estudian cómo o cuándo deben cortar el cordón umbilical. No vigilan su salud para vivir, descansando las horas necesarias y alimentándose correctamente, muchos años. No maquinan tretas de seducción para ser amados. No toman venganza por ser maltratados ni prodigan gratitud por ser mimados. Sus memorias son como pizarras mágicas en las que todo cuanto se va escribiendo desaparece en el instante. Si un sonido intempestivo los asusta, ese mismo sonido, como si fuera nuevo, los volverá a asustar cuando vuelvan a oírlo. Pero viven sin miedo, sin inquietud por su destino, sin prever ni tomar precauciones, sin adelantarse a los acontecimientos. ¿Cuántos gatos callejeros viven quince, dieciséis años? Muchos o pocos, pero en las mismas condiciones el que sobrevive y llega a viejo que el que muere joven arrollado, o envenenado, o torturado; no viven menos que los que, más afortunados, tienen un humano, racional, amoroso, que cuide de ellos. No es su prudencia lo que los preserva ni es su razón la que los pone sobre aviso de qué (o qué no) les interesa o les conviene. Pero todo está hecho a la perfección en sus vidas que viven sin saber dónde está el límite; todo es, en ellos, sin importar qué es lo que ellos hacen por que sea. Me preguntó hasta qué extremo inimaginable alcanzaríamos a ser libres los humanos si, además de nuestra inteligencia, gozásemos de ese ignorar que habita naturalmente en ellos. Y si no es nuestro sentido común (y tan corriente, estandarizado, del porqué y el para qué de nuestras vidas) lo que nos confunde en la búsqueda de la felicidad. 29 de septiembre de 2010 Etiqueta: Enigmas Categoría: Narrativa
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Vas-buscando
Vas-buscando
https://valentina-lujan.es/V/vasbuscando.pdf Vas buscando qué se escapa hurtándose entre las gentes, en sus manos, sus andares, sus gestos y no mirarse, entre sus dedos que estrujan con angustia apenas aire que no saben de qué forma iba a alimentar sus vidas, su esperanza, sus desvelos, el aliento de los otros que sin sentir se atiborran de tristeza y no reparan en qué hay de puro en su esencia. Y en el latir, de las vidas, de los que sin buscar nada llevan colmadas sus manos de lo que a llenas regalan. 22 de diciembre de 2010 Etiqueta: Oquios Categoría: Narrativa
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Cuatro esquinas
Cuatro esquinas
https://valentina-lujan.es/C/cuatroesquinas.pdf Llegan por las cuatro esquinas gentes que corren y cuentan; y unas gritan, y otras lloran, y otras prorrumpen en risas y otras mesan sus cabellos y se desgarran las roncas voces de los que al temerlas claman clemencia a quien porta, enarbolados en alto, hachones, cirios o antorchas. ¿Qué gritan aquellas gentes? ¿Qué cuentan aquellas otras? ¿Qué hace correr a unas tantas? ¿Qué gemir a las que lloran? ¿Qué reír a las contentas y qué ondear las banderolas que anudadas a sus lanzas portan los que caballeros a lomos de sus monturas cantan canciones de hazañas, de proezas y de gloriosas batallas que se libraron sin derramar ni una gota de sangre de los vencidos que lejos de sufrir daño se alzaron con la derrota rutilante y victoriosa de vejaciones y afrentas, de humillación y de mofas? Nubes de polvo a lo lejos del camino sin retorno de la tornadiza suerte que da espaldas, pescozones, patadas en espinillas de empinados alimones de enemistados compinches que se reparten los pobres desechos de los desgarros de cúmulos de abubillas que atolondradas se embeben en humores de mugrientas serosidades costrosas. Y por detrás los que azuzan, y a los lados los que encubren con sus silencios las mórbidas turbamultas de los gélidos arrabaleros vulgares, malnacidos, traficantes de bienes y de tesoros que no arrancaron a nadie ni a ninguno de los tórridos camposantos que se esparcen por las laderas del este y al sur de ninguna parte. Y en el cielo las cenizas que arrojaron de sus vientres y sus entrañas sangrientas los monstruos de sinrazones ni entendimientos de cuándos ni de porqués ni de dóndes han de proceder las preces, los ruegos que pronunciaran por contentar a los dioses de la lluvia y de los mares y del viento y de los soles porque les dieran alguna de las muchas bendiciones que repartieran ya antes de que nacieran los hombres ninfas náyades y amores. 23 de septiembre de 2010 Etiqueta: Oquios Categoría: Poesía
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Omóplatos platerescos
Omóplatos platerescos
https://valentina-lujan.es/O/omoplatos.pdf Omóplatos platerescos, cosmogónicos corsarios, sacrosantos corolarios de cordales enclavados en elevaciones claras de clemencias centenarias; ascendentes, altaneros, atildados, alaban con altas voces, aflautadas y ancestrales, a todos los altavoces alentando y dando alas a los deudos sudorosos de sudarios y de hisopos que, reposados y en pausa, posan o pisan sanciones necesarias de atenerse a que no atender razones sentenciará sinsabores de arborescentes tensiones que tenderán, abusivas, a aborrecibles saberse. 25 de noviembre de 2017 Etiqueta: Calambures Categoría: Poesía
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Migajas de mojigangas y gangosos gorgorito
Migajas de mojigangas y gangosos gorgorito
https://valentina-lujan.es/m/migajas.pdf Migajas de mojigangas y gangosos gorgoritos arrogándose agoreros agilidades desnudas de desusados desdoros descartados del relato que distorsiona destinos distintos de distendidos duermevelas que por causa de soplagaitas simplones reverberan en memorias de mancornadas especies uncidas mal y a deshora; motejan, censuran, ciernen, por bajo de sus errores y por sobre sus miserias, el desvalimiento incólume que tras la estulticia acecha los ronquidos que emitiese el que no velara insomne. Etiqueta: Calambures Categoría: Poesía
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