About the work
http://valentina-lujan.es/J/jamasloescri.pdf
no por lo que en un primer momento no se me habría pasado jamás por la cabeza {de no ser por las insinuaciones veladas de Lola (dando a entender que si había acariciado la idea de que Sonia pudiera tener una aventura extraconyugal mejor me olvidase de ella, que a lo mejor era verdad, y tenía razón, y yo no iba a saber desenvolverme en situaciones ―que entre amantes es de suponer que antes o después se darían― imprevistas de las que, aunque eso Lola no lo sabía y no podía ser el motivo por tanto de que ella dijera que yo no sabría, no había tenido yo la más remota sospecha de que pudieran acontecer y, por tanto, no me había ocupado de concretar con mi amigo cuál debería o fuese conveniente al menos ser mi actitud y forma de proceder) advirtiéndome, aunque con su inveterada elegancia, que eso sería tirar por lo fácil, por lo previsible y que (o intuí yo al menos por la mirada un poco triste que me dedicó) la estima en que ella me tenía se vería muy mermada} y que habría sido, además y de forma ignominiosa, atentar sin motivos probados contra la honorabilidad de Sonia cuando tal vez ―y pese a lo que las apariencias pudieran sugerir, pero todo el mundo sabe (excepto mi madre, claro, que no es que no lo sepa pero ella siempre elige quedarse con las posibilidades más escabrosas, de lo que sea, y si le llevas la contraria o simplemente te atreves a mencionar que las cosas, todas, pueden tener más de una lectura, te suelta “piensa mal y acertarás” y, mi amigo, cuando se lo comento, me dice “¡pues por eso precisamente el razonamiento de tu madre no sirve” porque, dice también, al lector hay que sorprenderlo― lo del pelo mojado tuviese una explicación tan sencilla y del todo inocente como que (idea por cierto de mi amigo, pero que me dice que no ve necesario que lo especifique puesto que ambos somos como si dijéramos un solo “yo” que, también por cierto, no he sabido nunca si debo sobreentender como el suyo por ser él lo que yo llamo “el cerebro” de nuestra empresa o el mío por ser lo que él denomina “el brazo ejecutor” sin el cual, dice, la empresa no sería la misma o, incluso, abunda, ni siquiera sería) que se hubiera averiado la caldera y se hubiese ido a duchar a, por ejemplo, casa del vecino al que prestó los zapatos de color pistacho y el bolso a juego aquella vez que tuvo, y que si me acuerdo, la crisis de identidad. Y le digo que sí, que me acuerdo perfectamente, y que lloraba el pobre como una Magdalena.
Papeles
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.