Dejar las cosas como estaban
Alicia Bermúdez Merino
Madrid - Spain
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que fue, para ponerlas más difíciles por si no lo estaban ya bastante, exactamente lo que hice retrocediendo, regresando como integrante de uno de los grupos ― mientras el señor Ramírez, en el otro

(¿Continuará?)

Y es que en aquel momento, el instante en que por un cúmulo de circunstancias — estúpidas todas pero confabuladas, amparándose y solapándose las unas en las otras que es lo que siempre hacen los cobardes que no se atreven a una vez cometidas sus miserables acciones dar la cara — me vi obligado abandonar mi trabajo pensando que lo reanudaría en apenas los pocos segundos que me iba a llevarme el contestar el teléfono diciendo que no, como todas las tardes, cuando una voz anónima me invitaba a cambiar de compañía telefónica o, si aquella invitación fallaba, otra me ofrecía un apartamento en la playa en multipropiedad, me asaltó la duda, sin poder concretar un porqué, de si en verdad las cosas continuarían siendo tan sencillas y el discurrir de las horas y de los días tan amable como lo venía siendo desde que empecé lo que di en considerar “mi obra”. Por eso coloqué el “continuará” entre interrogaciones.

Coloqué las interrogaciones y me disponía a enfilar el pasillo en dirección al teléfono pero, apenas dados los primeros pasos, sonó también el timbre de la puerta y, tras dudar unos instantes qué hacer primero, opté por abrir la puerta (sería el cartero con una multa de tráfico y siempre es mejor, me dije, cogerla que tener que acudir a buscarla a correos o que esconder la cabeza debajo del ala y no ir, y quedarse con la zozobra de no haber aceptado quién sabía si la notificación de que un tío lejano del que se desconocía la existencia ha fallecido en el extranjero y me lega todos sus bienes) en la esperanza de que, entretanto, el teléfono dejase de sonar.

Desanduve por tanto el poco trecho que había caminado por el pasillo y, cuando ya casi tenía la mano en el picaporte, me percaté de que en el suelo había un sobre que apenas unos minutos antes — nótese que apenas llevaba cuatro renglones escritos, lo que dará idea del poco tiempo que hacía que me había sentado a trabajar — no estaba ahí.

Miré por la mirilla y en el descansillo no había nadie, con lo que supuse que el cartero lo deslizó por debajo de la puerta y se marchó, pero, al dar la vuelta al sobre, que estaba boca abajo, vi que además de no llevar franqueo tampoco llevaba nombre de destinatario ni remite sino, tan sólo y escritas con ordenador, las palabras de cada laberinto sólo se sale volando seguidas, tras un punto y coma, de otras que me parecieron aun más enigmáticas: y en cada esquina del tiempo acaba el presente, que se puede desvanecer porque quizá no ha pasado nunca nada.

– ¿Y dentro del sobre — preguntó mi amigo cuando se lo conté — qué encontraste?

– Nada — Contesté.

– ¿No había nada dentro del sobre?

– En realidad — le respondí — el sobre no lo abrí.

– ¿No abriste el sobre?

– ¿Para qué si el mensaje estaba fuera? Además, ya te he dicho, el teléfono estaba sonando y fui a atenderlo.

– ¿Y?

– Era mi tía, interesándose por Indalecio.

– ¿Tu tía interesándose por Indalecio?

– Sí, ¿qué pasa? — repuse con acritud — Mi tía tiene sus rarezas, ya lo sé, pero tal vez porque los años le estén dulcificando el carácter lo quiere como a un hijo, y está muy pendiente de él.

– No — él, que me pareció que se decidía a mostrarse comprensivo —, si que a tu tía se le dulcifique el carácter con los años me parece estupendo, y que quiera a Indalecio como a un hijo muy loable, pero… — se rascó la cabeza — lo que no entiendo es qué te impedía el abrirlo después.

– ¡Nada me lo impedía! — exclamé, algo irritado porque me enfada que cuando me parece que se decide a mostrarse comprensivo siempre resulte que son imaginaciones mías — Nada me lo impedía pero encontré innecesario abrir un sobre que por pura lógica iba a estar vacío.

– ¡Fíate de la lógica! — Concluyó en todo despectivo y dando un suspiro, como dando a entender “hay que dejarte por imposible”.

Prosa. Papeles

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Code: 2312066333557
Date: Dec 6 2023 20:46 UTC
Author: Amanda Cuervo
License: All rights reserved

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Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.

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