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Relato corto en sí mismo, que quizás algún día sea el comienzo de una novela. En el año 2001, un jóven guitarrista cuya carrera empieza a despegar, recibe una carta que asesina sin piedad sus deseos de truinfar en la música.
Capítulo 1 – La Carta –
Corría el año 2001 cuando aquella maldita carta llego certificada a su casa. Aquella maldita carta que fue el final del principio de esta historia. Aquella maldita carta con su nombre escrito. Markel Ramos Garrastazu. Aquella maldita carta que cortó de raíz una carrera que empezaba a florecer 15 años después de haber sido plantada el día que Markel dio su primer y horrible concierto en el Gaztetxe de Bolueta. De verdad que aquel bolo fue horrible, como casi cada cosa que se hace por primera vez. Mala sala, mal equipo, mal sonido, malos temas, mala audiencia, mal técnico, y peores músicos, os lo digo yo, que estuve allí….pero aquel día Markel notó en su tripa la vibración de un mi menor escupido a mala hostia por un Marshall puesto al 11, igual que un creyente siente en interior el Cuerpo de Cristo hecho pan al recibir la sagrada comunión. Y después también pudo sentir como ese simple acorde sacudía por igual pies y conciencias de aquellos pocos feligreses que nos congregábamos ante aquel impío altar que hacía las veces de escenario. Y pudo sentirse como un Sumo Sacerdote por primera vez…
15 años de peleas, de grabar maquetas en cintas TDK, de arrastrar toneladas y toneladas de instrumentos y amplificadores de garito en garito. 15 años de noches en comisaría, de cuerdas rotas, de riffs que no salen, de broncas con sus padres, de broncas con sus novias, de broncas con el bajista que le manda bajarse el volumen porque no se escucha…..15 años de creer que esta vez si, pero casi siempre no….15 años de correr del local a la fábrica y de la fábrica al local. 15 años de falta de sueño curado a base de anfetaminas y alcohol. 15 años de arañarle horas a la vida para poder estar ahí, en su altar, donde se sentía Dios por una hora….si, era duro, pero merecía la pena.
Y tras 15 años de duro aprendizaje, parecía que esta vez si….esta vez si…
Ya había grabado un disco, con más éxito de público que de crítica y con más cañones que provechos, pero esto no lo hacía por fama, ni por dinero….lo hacía por inquietudes….la suyas, las mías, las nuestras….
Los bolos iban subiendo, en número y en nivel, a pesar de ese cínico crítico local, que nunca le perdonó que le quitara sistemáticamente las novias….se lo merecía, por juzgar lo que no conoce, por hablar de lo que no sabe y lo que es peor, por escribir sobre lo que nunca sabrá portando como única credencial un título de periodismo obtenido con más pena que gloria y ser el hijo del dueño del periódico local de mayor tirada.
Pero el boca a boca era imparable….Markel había nacido para esto, y además se lo había currado mucho. Por fin estaba rodeado por una banda que entendían la vida igual que él, que vivían el compromiso con la banda y con las canciones como algo que va más allá de lo que el común de los mortales entiende como normal.
Sólo hacía falta verles ensayar una vez para saber que algún día, y más pronto que tarde, llegarían a la cima. Discutían cada toma de cada tema, cada detalle de cada riff, cada frase de las letras, cada matiz del sonido….discutían, pero no se enfadaban. Cada talento individual era exprimido hasta la saciedad en pro de la canción. No había egos preponderantes, no había intereses espurios, no había falsos profetas ni Yoko Onos pululantes….sólo talento e intención.
En poco tiempo pudieron juntar una docena de auténticos nuevos himnos para su iglesia. Una puta docena de pelotazos incontestables que por fin iban a conseguirles un billete de ida sin vuelta a la profesionalidad. Por fin podrían dejar las fábricas, oficinas, talleres y establecimientos comerciales que les impedían dedicar todo su tiempo al sexo por la cara, las drogas recreativas no reconstituyentes y el Rock´n´Roll en su más pura esencia…
Y no hay oficio en el mundo, ni siquiera el de Rockero en el que en 15 años no seas ya casi un experto. No sabían lo que les depararía el futuro, pero si sabían bien lo que no querían, por lo que esta vez las cosas se harían al estilo Sinatra….A su manera.
Nada de maquetas cutres, ni de paseos de presentación de oficina en oficina. Nada de productores codiciosos al servicio de discográficas chupasangres. Nada de entregar en prenda derechos editoriales a los reyes de la usura. Nada de Midis, nada de robóticos presets para abaratar costes. Nada de prostituciones en la esencia, en la presencia, ni en la potencia.
Juntaron los cuatro duros que tenían y buscaron un estudio. Se trajeron su propio productor, alquilaron el equipo soñado, sacaron toda la ilusión que les cabía en las tripas y pusieron encima de la mesa de mezclas todo el ardor que brotaba en cascada de sus juveniles braguetas. Y de esta forma en poco menos de un mes fabricaron un disco de esos que siempre se espetan con voz alta y clara cuando te preguntan “cuáles son los 5 discos que te llevarías a una isla desierta?”. Esta vez si tenía que ser si, joder!.
Y en efecto, el disco, a pesar de nuestro odiado crítico, fue un si tan rotundo como merecido. Y a pesar de que Napster ya empezaba a hacerse notar, las ventas dieron para cubrir los costes, comprar equipo y empezar a guardar algo para el siguiente….
Con las ventas vinieron más bolos, esta vez en salas decentes, cobrando entrada, con puesto de merchandising, firmas al terminar, saludos interminables pero disfrutados, hoteles con desayuno incluido, y hasta de vez en cuando pitilines pintados de rojo carmín por alguna groupie pizpireta…
Todo iba mejor de lo que habían soñado, e incluso casi más rápido de lo que podían manejar. Si el segundo disco había sido bueno, para el tercero ya empezaban a brotar de forma casi mágica nuevas y mejores ideas como las zarzas crecen en primavera, libres, fuertes y espontáneas. Ideas que cada día iban redondeando durante las pruebas de sonido, dejando atónitos a técnicos de sonido forjados en mil batallas y con el culo pelado de escuchar a los mejores trovadores que históricamente habían poblado los escenarios de los más prestigiosos templos del Rock. La cosa empezaba a pintar más que bien….pobre Markel, no sabía todavía que aquella mañana de enero en la que regresaba a casa una carta le estaba esperando…
No habían dado las 2 de la tarde cuando entró en el portal de sus padres. De su mano colgaba un ajado maletón cuadrado de color marrón que contenía el único capricho que con su flamante éxito se había permitido; una auténtica Fender Stratocaster del 62 en rojo fiesta. No era gasto, era inversión solía decirse a si mismo cada vez que recordaba con un regusto de culpa el pastizal que había tenido que soltar por ella, pero cada guitarrista legendario debe tener su legendaria guitarra. Subiendo las escaleras podía degustar ese olor inconfundible que le decía a gritos que su madre le estaba haciendo riñones al jerez, su comida favorita….no podía ser más feliz.
Entró en casa con la sonrisa arrogante pero clara del soldado que vuelve victorioso de la guerra y saludó con cariño a sus padres. Pero en sus caras no se dibujaba la alegría de unos padres que reciben por fin al hijo pródigo…sus ojos estaban vidriosos, su gesto era gélido, sus semblantes oscuros le decían que algo no iba bien….
-Te ha llegado esta carta – dijo su madre…
Y ahí estaba la carta del no, la que mataría su sueño….la carta que decía que ya estaba bien de prórrogas, que se presentara el 1 de febrero en la Cuartel de la VI Región Militar, Capitanía General de Burgos, que ya estaba bien de andar por ahí haciendo el gandul con la guitarrita de los cojones, y que le iban a dejar las melenas cortaditas a ras de cráneo.
Era su última prórroga, era el último año en que se reclutaba, era la vida, que volvía a negárselo todo…era una mierda.