About the work
https://valentina-lujan.es/N/nosetratadeunbaulverdad.pdf
Salta a la vista que no se trata de un baúl verdadero y, no tratándose de un baúl real, mal podría afirmarse si es chino ni de dónde rayos procede.
Hace no demasiados años lo chino tenía un cierto halo de misterio. Recuerdo una tienda pequeña que había en Madrid, en la calle Juan Bravo entre Conde de Peñalver y Alcántara; había otra en la calle Luchana, y ambas exhibían sendos letreros en los que podía leerse, si no estoy recordando mal, Compañía de la China y el Japón.
En ambos establecimientos, cuando entrabas, sonaban una especie de varillas que al abrir o cerrarse la puerta entrechocaban produciendo un sonido peculiar que alertaba a la persona que atendía y, a mí, me llevaba de vuelta, como en volandas, a tiempos de mi infancia y de películas de ambiente un tanto remoto y enigmático, con mandarines ataviados con vestimentas de sedas labradas con dibujos muy barrocos y colores entre los que destacaba el dorado.
Me encantaba entrar en aquellas tiendas y respirar el ambiente sereno, pausado, de olores densos diluidos en la atmósfera tan peculiar de tonos rojos y rincones en penumbra en la que parecía que el tiempo se hubiese detenido y las prisas no existieran.
Vendían allí objetos y pequeños (o grandes) cirindulillos variopintos que hoy se han convertido no ya en cotidianos sino, malhereusement (qué bien queda cualquier lamentación en francés, ¿o no es adorable cuando una señora, después de hacerte ver las estrellas porque te ha pisado ese callito, pequeño, pero tan jodido, del meñique, te larga con dulzura irreprochable y naturalidad encantadora “mais je suis desolée”?), en abierta y terriblemente vulgares enredados entre cordeles de colorines y estropajos y otros tantos enseres tan perfectamente útiles aunque carentes por completo de encanto…
Me daban ganas de viajar, por entonces, y llegarme a aquellos lugares tan de ensueño un poco sórdido como, por concretar, El mundo de Suzie Wong (Nancy Kwan y William Holden).
No hace mucho caminaba por la calle Juan Bravo y, al pesar frente a una pizzería con olor a cebolla, recordé “aquí estaba la tienda que tanto me gustaba”.
Debe de ser, imagino, en memoria de aquel tiempo y de aquella capacidad ya perdida de fantasear, por lo que he elegido denominar “baulito chino” a una caja de cartón de cuadros tipo escocés que compré un día en uno de esos establecimientos chinos (de los de ahora) de “todo a cien” (en pesetas, que la caja ya tiene sus años) en la que guardo toallas deshilachadas que nunca me resuelvo a tirar y, el otro día que la abrí me lo encontré, un conejo de terciopelo marrón relleno de serrín con el que mis hijos no jugaron (que yo recuerde al menos) jamás.
Papeles
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.