No había fumado jamás
Alicia Bermúdez Merino
Madrid - España
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Sobre la obra

https://valentina-lujan.es/G/nohabiafumadojamas.pdf

No había fumado jamás

Pero lo recordaré siempre con olor

a tabaco, y a metro, y a tinta y a papel.

Parece raro oler a metro, ahora

que el metro no tiene ningún olor especial.

Pero por entonces era diferente y el olor se

agarraba a las ropas de quienes lo

transitaban a diario con la misma ropa.

Mi padre iba al banco con traje y

corbata, pero el traje, o a lo mejor dos, de

ir al banco; y las corbatas de ir al banco, y las camisas quizá

también. Y aquellas ropas, aun ya en casa, seguían teniendo

aquel olor.

Pero, aunque nadie lo creyese, mi padre olía a algo

más que no era a nada concreto pero sí peculiar, y que yo

podía distinguir en medio de una multitud y afirmar, sin la

menor posibilidad de error, si mi padre estaba entre aquella

multitud o no.

No teníamos teléfono ― casi nadie lo tenía, el teléfono

entró en casa cuando yo tenía unos once o doce años y

todavía recuerdo el número que era 545431 y, algún tiempo

después, nos envió la telefónica una carta diciendo que desde

tal fecha el nuevo sería 599137 ― y, cuando él se marchaba

por la tarde a hacer horas, nos decía, o acordaba con mi

madre, si iba a regresar en el 52 o en el metro.

El 52 paraba aquí mismito, en la esquina, y no

requería el preparativo de que ella, mi madre, se pusiera los

tacones y, a mí, el abriguito gris y un sombrero de fieltro con

ala para “vamos a esperar a papá”. Pero el metro estaba más

lejos; y si íbamos a esperarlo ya era un poco como salir de

paseo porque volvíamos caminando y a lo mejor me

compraban castañas o, si no, patatas fritas en una tienda

diminuta que había en Francisco Silvela, encajonada entre

una carbonería y un taller de reparación de calzado.

Como entonces la estación de Diego de León era final

de línea y no había ninguna otra mas1 que la que iba a

1 El ordenador se empeña en poner este “mas” con acento; pero

yo se lo quito porque es el más que utilizaba mi madre, así, sin acento, al

hablar, aunque yo no creo que ella se plantease, de manera consciente, nada

que tuviera que ver con conceptos como “aumentativo” o “adversativo”.

No había fumado jamás

Sol, cada vez que llegaba un metro los pasillos y las escaleras

se llenaban de la gente que salía y, hasta que llegaba el

siguiente, no salía nadie.

Bueno pues, cuando estábamos esperando allí,

acodadas en la barandilla, yo podía decir, y decía, a cada

metro que llegaba, si mi padre venía en él o no; y lo sabía

desde que llegaba desde lejos el primer rumor de pasos y la

primera vaharada de calor y de tantas respiraciones

amontonadas.

Mi madre preguntaba cómo podía saberlo; pero a mí

me parecía facilísimo y le contestaba que porque no olía a mi

padre. Ella se quedaba perpleja, pero terminó por creerme

viendo cómo no me equivocaba ni una sola vez.

Papeles

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Código: 2401156650329
Fecha: 15-ene-2024 12:09 UTC
Autor: Radelia
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Sobre el creador

Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.

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