Alterego 4
Alicia Bermúdez Merino
Madrid - Spain
Share in: twitter facebook pinterest url

About the work

https://valentina-lujan.es/Z/alteregcontiuno.pdf

No me está entendiendo. Estoy en mi casa.

− Pues mejor me lo pone, porque si vive lejos.

¿Y qué más dará eso? El canario es mío, y estoy hablando por teléfono.

− Entonces estaré interrumpiéndolo. Dejamos en tal caso esto, si le viene mejor, para otro momento.

¡Pero no se entera!

− Por supuesto que no. No se preocupe ¿Cómo podría enterarme?

Estoy hablando con usted.

− Ya, ya.

Usted y yo estamos hablando por teléfono.

− Me temo que está confundido. El móvil lo utilizo poco y no suelo llevarlo conmigo.

Céntrese, por favor. Usted está en su casa y yo en la mía.

− ¿Seguro?

¡Lo sabré yo!

− Se entiende entonces lo de los calcetines.

¿Qué calcetines?

− Cuando el golpe en el dedo. Usted caminaba por el pasillo y…

Dije “descalzo”.

− ¿Importa mucho?

No, en realidad… Y si no va a haber manera de que se desprenda usted de esa costumbre suya de adornar…

− Ah. Eran feos y además, que siento decírselo porque es una falta de educación pero para que vea que no adorno tanto, estaban rotos.

¿De veras?

− Un tomate así de grande.

No se tome la molestia de gesticular. Ya le he dicho que no le veo. Ni usted a mí. No nos hemos visto nunca.

− ¿Omito entonces el contarle que al cabo de un rato recibiendo empellones de los que caminando con prisas y paraguas abiertos proferían improperios o algún seco perdón dedicándonos miradas hostiles, ahí estábamos: sentados a una mesa de un Cofee & Shop y departiendo, con perfecta naturalidad, como cuando éramos amigos inseparables?

De momento creo que va a ser lo más razonable, que de lo contrario tendríamos que remontarnos a los orígenes de nuestra amistad. Evocar quién sabe si la infancia, los tiempos del colegio, los padres, los hermanos, los abuelos, los pueblos respectivos… porque, he ahí un inconveniente, lo más seguro es que no diera la casualidad de que naciésemos en el mismo, y ahí se complicaría la cosa porque habría que organizar un traslado, por motivos laborales, por ejemplo, de su familia o de la mía y eso por no dramatizar achacándolo a cualquiera de tantas migraciones como por motivos bélicos se han dado a lo largo de la historia, que podría venir a resultar que somos de distintos países, quizás incluso de distinta raza, y que hablamos en distinto idioma…

− Pues eso sí que sería un problema serio, que yo solo hablo el mío.

Por eso le digo.

− ¿Qué pasa entonces con los cigarrillos, y el mechero, y todo eso?

Bah. Da igual. Esto de ahora está siendo nada más una primera toma de contacto. Si lo nuestro prospera y llegamos a ir en serio ya se harán las correcciones pertinentes…

− “Ya se harán”. Qué manera tan impersonal de decirlo. Claro, que usted se lo puede permitir. El marrón me lo tendré que comer yo… Y a mí, usted no lo sabe pero ya me irá conociendo, los trabajos me gustan muy limpios.

Me parece bien, como no podía ser menos, que por eso voy a depositar mi confianza en usted. Pero nadie va a discutirle su derecho a tomarse la pequeña libertad de, en su privacidad, antes de que salgan a la luz, quitar, poner, modificar, mover, subir, bajar…

− No sé, creo que a mí me gusta más tener las cosas claras desde el principio. Saber de dónde vengo y adónde voy…

“¡Adonde voy!” ― exclamó en tono no sabría concretar si en tono resentido o nada más burlón (o viceversa, que tampoco lo sé) ― ¡Pero si a veces se comporta como si lo supiera, o lo intuyese, al menos! Y eso, amigo mío, creo que es un grandísimo error por su parte porque lo empuja, sin que usted se percate, a fijar la mirada en lo que de forma inconsciente acepta como punto de destino, y ansioso por llegar a él pierde la visión de conjunto, del paisaje, de los caminos y senderos adyacentes por los que no se adentrará perdiéndose, quien sabe cuántas posibilidades…

− De acuerdo. Me ha convencido. Pero lo de amigo lo dejo.

Si se empeña…

− No es que me empeñe, es que es usted mismo el que termina de decirlo.

Ah. Es cierto. Y, como dice el viejo aforismo, uno es esclavo de sus palabras.

− Y, para decirlo todo, dueño de sus silencios.

Con lo que viene a quedar si no llevo mal la cuenta que uno es dueño y esclavo al mismo tiempo ¿No?

− Bien razonado sí que parece estar. Pero, si uno se queda tanto con la esclavitud como con el derecho de propiedad, ¿qué le queda al otro?

Pues, según yo lo veo, ser dueño de sus palabras y esclavo de sus silencios.

(continúa)

Alter

Registered at Safe Creative

Code: 2308265149921
Date: Aug 26 2023 13:28 UTC
Author: Valentina Luján
License: All rights reserved

More information

About the creator

Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.

Top Works

View all works
Do you want to be up to date with everything that happens in Creators?

Subscribe to our Safe Creative newsletters

I have read and accept the privacy policy

Submit


You have already subscribed to our newsletter.
You will receive our news soon =)


Safe Creative
© 2024 Safe Creative