About the work
https://valentina-lujan.es/D/desgarros.pdf
La mirada turbia de los días asomándose a las ventanas de una nariz ansiosa que aletea buscando dónde posar su espera de otra vida.
El canto quebrado de un encuentro perdido entre los escombros de las nubes torcidas que se encienden al amor del comienzo de algún viejo esperpento temeroso de sí mismo.
La caricia rugosa de la espiga en el vientre del vacío que se dilata en carcajadas roncas que recuerdan sin ganas o sin gloria sus tiempos de promesa ahora infringida.
El olor de esclavitud del que se elude la voz de los que callan sus mentiras forjadas al amparo de poderes ocultos en las luces fantasmales de los mitos.
El gusto desabrido de texturas dulzonas arañando la sombra articulada de crujientes zumbidos de alas muertas turbando la quietud de la impudicia.
El roce de la oscuridad contra el impacto húmedo de desvelos arrancados a la inercia que arroja a las alturas un saldo abigarrado de suspiros.
El candor abrupto del olvido atrapado en la mudez sin rostro ni resquicio de asombro ni de desencanto ni de astucia rendida a la inclemente verbosidad profusa de gargantas oprimiendo el palpitar caliente de la envidia.
30 de mayo de 2016
Oquios
Comments
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.