About the work
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que, dice una de las tías de las de Solorzano que le parece muchísimo para un niño que, echando cuentas, pudo nacer todo lo más en julio o agosto del año pasado que fue cuando a Cornelio el del sordo se le ocurrió la idea de hacer madre a Manolita cuando ella toda su ilusión la tenía puesta en estudiar idiomas y, en cuantito cumpliera los dieciocho, dar la vuelta al mundo y vivir muchas aventuras apasionantes y conocer a algún jeque riquísimo que se prendara de sus encantos y, tras decirle te voy a tener como una reina (que le hubiera gustado mucho a ella “si no hubiera sido por ese imbécil”, dijo, por el del sordo), se casara con ella y la llevase a vivir a uno de esos palacios que se ven en las películas.
Él, Cornelio, que no quería ser tildado de imbécil, se defendió diciendo que como era su primera intervención y estaba todavía a prueba se había puesto nervioso por culpa de los nervios y se había equivocado sin querer queriendo decir Julianita que, el de esa sí, ya debía de tenerlos porque según contaba su suegra ya daba no sus primeros pasos sino los que calculaba ella tenían que ser qué menos que los segundos, porque vino la vecina de tres pisos más arriba con él en brazos y diciendo que se lo había encontrado delante de su puerta en el descansillo; y, por congraciarse con Manolita que lo miraba con su naricilla arremangada y cara de pocos amigos, que claro que sí, y que él no tenía ningún inconveniente en retractarse de lo dicho porque, si era verdad que de verdad se había puesto nervioso con la prueba, también lo era que era por su natural dubitativo e inseguro, pero que en realidad no tenía por qué estar preocupado porque su madre era cuñada de uno de los componentes más influyentes del jurado que hacía el casting y sabía por su hermana, es decir su mujer, que cómo iba a quedarse el chico sin el papel debiéndoles, como les debemos — había comentado con su esposa mientras desayunaban unos huevos con bacon (así, sin acento) porque le gustaban mucho como era inglés — las maravillosas vacaciones que pasamos cuando nos invitaron, acuérdate, a aquel crucero por el Adriático en su yate.
La tía de Cornelio, es decir su esposa, hacía unos esfuerzos que agotada la dejaban por hacer memoria, pero todo lo que podía recordar era la colchoneta hinchable en la que se quedó dormida cuando, de todavía soltera y de pocos posibles, pasó quince días de vacaciones en tienda de campaña con unas amigas en el pantano de Entrevías.
− Entrepeñas, María — la amonestaba él, sorbiendo su café porque por la mañana, le pasaba desde siempre, era incapaz de tragar bocado —, que siempre te confundes en eso.
− Bueno — ella —, puede que tengas razón porque a lo mejor me haya dejado llevar por la rima; pero lo que no irás a negarme es que, acuérdate tú, me quemé viva y tuvieron que llevarme a urgencias.
Y él que sí, que se acordaba perfectamente porque, como dio la casualidad que le había cambiado el turno un compañero que tenía que marcharse al entierro de su abuela, fue él quién la llevó en camilla a su habitación 213 en la segunda planta del hospital.
Y que lo que son los designios del Altísimo.
Y se terminó el café y salió pitando a la cafetería, a servir croisanes con mantequilla y mermelada y pulguillas de jamón a los clientes que, no conseguía entenderlo ni lograba acostumbrarse, cómo podrá la gente comer tanto. Decía.
Pero que mejor que el hospital; que tanta enfermedad lo deprimía.
Papeles
Selección Cornelio el del sordo
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Code: | 2308064987076 |
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Date: | Aug 6 2023 09:21 UTC |
Author: | Valentina Luján |
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.