About the work
https://valentina-lujan.es/E/elalcancedelaspalabras.pdf
Un puñado de cacahuetes no es comida...
No es comida una palmatoria, ni lo es una máquina de tren, ni lo sería, ¡jamás!, un baúl lleno de ropas anticuadas de una abuela materna.
Pero un puñado de cacahuetes sí es comida.
Conviene tenerlo claro; y bien ubicados dentro del conocimiento los conceptos bien diferenciados — complementarios, sin embargo — de cuál es la utilidad intrínseca de las cosas y cuáles los usos o disfrutes ocasionales que se les puede dar...
Más que nada porque… — se desembarazó con un leve carraspeo y un capirotazo indolente al cadáver de una mosca del tono engolado que venía dando a su disertación para, siguiendo con la vista la trayectoria del cuerpo sin vida del díptero, continuar de forma coloquial —: si se ve usted en una situación apurada en la que anda en juego la supervivencia, el puñado de cacahuetes podrá salvarlo pero la palmatoria, o el baúl de su abuela, incluso en el supuesto de que fuese paterna, o la máquina de tren, no van a hacerlo.
Vamos: que hay que hablar con propiedad.
Y hay — había, recalcó, aunque ya todos lo habíamos entendido más o menos pero no tanto y eso por descontado ni tan bien como sí lo entendió sin duda y sin que hubiera que ser un lince para darse cuenta, porque se le llenaron los ojos de lágrimas, Enrique del Campo, que regresó a las clases aquella mañana ojeroso y con un brazalete negro — que hacerlo porque para eso nos otorgó el Señor el maravilloso don de la palabra.
Y como en su perorar su mirada fuese a detenerse sobre un chico de fuera, primo de Crescencio Robledo — que éste, Crescencio, se había traído aquel día porque no se aburriera, nos explicó, allí solo en casa y tan callado el pobre hasta que lo llevasen mañana al especialista que tenía que verlo —, nos quedamos todos un poco como encogidos y en suspenso.
Pero el chico se quedó tan campante.
Etiqueta: Circunloquios
Categoría: Prosa
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Code: | 1012288150512 |
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Date: | Dec 28 2010 13:14 UTC |
Author: | Valentina Luján |
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.