About the work
https://valentina-lujan.es/V/vidas.pdf Oyendo cómo todos querían salir de sus vidas yo me seguía mirando y unos se paraban y otros corrían más rápido de lo que jamás habían corrido, hasta, al menos, la última fecha consignada en la agenda del hombrecillo (que no caballero) de los espejos que, tan ocupado, se lamentaba, sin tiempo siquiera para enjugar su llanto, de no poder encontrar en mitad de tanto desorden para, sin aliento y sudorosos, detenerse, los últimos, mientras, de hinojos y entre adormecedores bisbiseos, los primeros se afanaban en elevar sus preces a un cielo plomizo que parecía disfrutar rechazándolas ya que, cada vez que acertaba de lleno, en pleno rostro, a alguna de las más osadas que lograron esquivar los primeros controles imaginando que de ahí para arriba todo iba a ser Jauja, perdía algo de su grisura amenazante y densa para ir, muy poco a poco, adquiriendo un luminoso y cada vez más despejado de nubarrones color azul que, pálido en un principio, el hombrecillo (que no caballero) aseveraba sin pestañear y sin el consuelo que tampoco hallaba ― por cierto; lo que vino a acrecentar su aflicción ante el temor de, privado de su agenda, no poder anotar en lugar seguro esta segunda y lamentabilísima pérdida ― que llegaríamos a contemplar casi cobalto logrando, tras indecibles esfuerzos, que su tez ofreciese un tono que se habría podido calificar de amoratado de no ser porque él, el hombrecillo, consiguió hacerse oír con aceptable nitidez entre los sollozos suplicando que, por favor o por lo que más quisiera en este mundo cada cual, se calificara de cualquier otra manera. Cesó entonces el escándalo de voces de los que se movían, disminuyó la velocidad a la que se producían los impactos, y las plegarias se sirvieron de la tregua para tomar un frugal refrigerio negando ― sentadas apenas con aliento a la sombra de los reiterados fracasos y pese a la evidencia de que todas habían sido testigos ―, todas también, a voz en cuello y con vehemencia, haber sido en algún momento alcanzadas por otros proyectiles que no fueran otra cosa que la envidia malsana y vil de los descreídos que lanzaban, sobre ellas y sus buenas voluntades, vituperios y exordios y proclamas para recapacitar, al unísono y en perfecta armonía, cada cual a su manera y al objeto de encontrar el calificativo más idóneo, qué era lo que más quería en un mundo que se desintegraría tan pronto ― cansado el hombrecillo (que no caballero) de los espejos de cuidarse de su pesada, pero tan frágil carga ― abandonase la escena y se marchara. 26 de septiembre de 2015 Etiqueta: Entelequios Categoría: Prosa
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Code: | 1101028184136 |
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Date: | Jan 2 2011 18:49 UTC |
Author: | Valeria |
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.