About the work
http://valentina-lujan.es/N/nitampoc.pdf ni tampoco, posiblemente, se paró a echar mucha cuenta de cuánto de su yo pudiesen estar gritando las palabras que omitiera, igual como quien dice a algo parecido que le ocurrió una vez a Quiteria tan por completo diferente y que fue, a saber ― que puede que tampoco esto las hermanas lo sepan ―: omitir lo que gritara. El abuelo tenía, seguro, que acordarse. Una de esas temporadas malas en las que todo son problemas; con el marido, el novio, los hijos, el padre o la madre que lo pariera a uno, o a una, ella... ¡la Virgen ¡— diría — o el amante, o dinero, qué importa y no una noche, además, de viernes ni tarde de domingo donde por matar la soledá o la angustia todo vale. No; una noche cualquiera o una tarde de tantas cuando te lo estas quitando de dormir o de joder ― al abuelo le gustaba llamar a las cosas por su nombre ― por puro gusto y en buena disposición y ella agarra y va y llega y, para qué contar...Y alguien que estaba en el asunto dijo «lástima», ella, precisamente, que a la distancia conveniente «es» tan buena y que maldita fuese... no ella, claro, sólo la circunstancia adversa que la mantenía quieta, como ausente o de piedra, con los labios blancos de tan apretados y sin poder articular palabra, allí, de pie en medio del escenario (Continuará) Etiqueta: Transgresiones Categoría: Telas de araña
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.