About the work
https://valentina-lujan.es/CUAZDESVI/cuazul28desvi.pdf
de semanas, calculaba ella (efectivamente mi anuncio había salido quince días atrás) porque, recordaba, había hecho firme propósito de limpiar los cristales al día siguiente para causar buena impresión al fontanero que iría en no más de tres o cuatro días, “aunque uste sabrá por experiencia lo que es esperar a un operario informal”, a reparar un radiador “o puede que fuese, que no quiero mentirle, el grifo del agua fría del lavabo o, a lo mejor, de la caliente del bidé” pidiéndome, por favor, que eso no lo escribiera por aquello de la privacidad, aunque, confesó, “a veces me despisto y me paseo desnuda después de ducharme”, buscando un cigarrillo sin acordarse para nada de la cámara de la alarma, que lo graba dice todo pero, “oh sorpresa, el hombre me telefoneó aquella misma tarde diciendo señora he tenido una cancelación”; y que si no era estupendo (a mí) que a eso de las nueve y media, porque él iría a las nueve en punto, pudiera ella hacerse un buen desayuno de esos que se llaman continentales… “que nunca he entendido yo eso, porque que yo sepa ese país es una isla, ¿usted no?” con su beicon y sus huevos fritos en su sartén tan ricamente con esa maldita llave de paso ya arreglada que… “vaya, que disgusto que al final le he mentido, aunque ha sido sin querer, se lo prometo” porque la avería tendría entonces que ser de gas “aunque no lo entendí tampoco — ella — porque lo que utilizo es electricidad” pero, bueno y en resumidas cuentas, que no tuvo tiempo de limpiarlos con tiempo y, luego, ya, sin esperar visita ninguna ante la que no tenerse que ruborizar, le pareció una pérdida de tiempo y lo guardó, para mejor ocasión u otros cristales… “aunque no sé yo, si quiere que le diga la verdad, si tendré otros cristales alguna vez; que no tengo, al menos de momento, la menor intención de mudarme” pues, en el horno, “claro, que es donde se almacenan los periódicos y más a mano se tienen que es, verdaderamente”, dice, cuando más se necesitan precisamente para extenderlos por el suelo de la cocina si vas a freír unos boquerones por ejemplo… “o, bueno, que tomate también, ¿verdad?”, y que hay que ver el maldito tomate cómo salta, pero, en aquella ocasión en concreto, lo recordaba con absoluta claridad, fueron unos lenguados, “dos por persona, que no cunden nada, y el primer plato se me había quedado un poco corto, además” por culpa, se justificó, de unas espinacas que, en eso sí tenía ella razón y yo experiencia, en el momento que ven la sartén empiezan a mermar hasta quedarse en una pizca…
–Y, sí, que fue aquel día tras tres o cuatro meses quizás porque el día de los salmonetes utilizamos recuerdo que leí, no sé si en el ABC, que Hillary Clinton negaba ante el gran jurado haber ocultado documentos del caso Whitewater y, sin embargo, el día que encontré su anuncio lo que leí fue que ETA intentó asesinar al presidente Aznar y, sí, eran como le digo lenguados y también el ABC, casi seguro; pero es que en casa somos, hemos sido siempre, poco de pescado… Y, ¿en la suya?
Pero nada más hacer la pregunta pidió perdón, un poco ruborizada, y me rogó que por favor no le contestase “y no porque —explicó — dude en absoluto de que la dieta que ustedes sigan pueda ser enormemente interesante y perfectamente equilibrada” pero que, lo resumo yo, su sentido de la responsabilidad y de la ética más elemental no le permitían (salvo lapsus imperdonables que no sabía cuánto tiempo le llevaría el dejar de lamentar “porque para perdonarme a mí misma no se puede usted imaginar lo lentísima que he sido siempre, que hasta mi marido me lo decía perdónate ya de una vez y que yo le agotaba la paciencia”) cometer la incorrección de hacerme hablar y, encima. Si resultaba que yo era una empleadora chinchorrera… “pero, vamos, no vaya a tomárselo a mal, entiéndame que a ver si me entiende lo que quiero decirle, que no se me ha pasado por la cabeza ni por un instante ni por asomos que sea usted ninguna mala pécora asquerosa” la podría demandar por incumplimiento de contrato y pedirle daños y perjuicios aunque, fuera nadie a saber, tan desconocidas como aún lo éramos la una para la otra, si la arpía no podía muy bien ser ella, y quien me llevara a los tribunales si la interrumpía, porque podría alegar “téngalo en cuenta — advirtió alzando el índice de la mano derecha — y tome buena nota de ello” que yo entorpecía su trabajo con mis intervenciones no pactadas, y que con ello estaría haciéndole mobbing.
– De modo que — tras la advertencia y un corto suspiro y un cruzar y descruzar de piernas cigarrillo en mano izquierda y cucharilla moviendo azúcar en café con la derecha —, sí, cuatro lenguados por culpa de unas espinacas traidoras que tanto merman, porque, de lo contrario, vaya nadie a saber qué hubiera sucedido de ser, que hubiesen muy bien podido serlo, lentejas con chorizo, que ni salpican ni saltan, o… — con el mechero ya en la mano que ha dejado la cucharilla en el platito, y el cigarril...
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.