About the work
https://valentina-lujan.es/A/ahiestabaelprop.pdf
en persona, afirmando que no, que nunca, jamás de los jamases había sido niño pese a haberlo deseado, y rogado y suplicado e incluso pataleado y berreado preguntando por qué no, ¿por qué no puedo yo ser nunca niño, mientras que otros…
Sin ni poder, el pobre, enjugándose las lágrimas con el pañuelito de batista suiza que doña Magdalena se sacaba — tan precavida siempre — de la manga y le ofrecía solícita, terminar la frase, quebrada la voz por la congoja.
O, si podía; que a veces podía y se soltaba a largar sus quejas tan de corrido que se hacía necesario echarle el alto porque, y que a ver, lo amonestaba la madre, si somos capaces, tesoro, de ser un poquito más templado, menos pasional porque, estaba ella segura conociéndolo, como lo conocía, como si lo hubiese parido, tú sabes, él sabía.
Y, sí, sabía; sabía refrenarse, controlar la emoción y contener las lágrimas mientras que otros…
– ¿Qué? — un clamor de voces, encrespadas unas, asombradas otras, amilanada alguna y, no podían faltar, no pocas socarronas —, ¿Qué los demás no sabíamos?
– Oh. Pero claro que sabíais, ¿quién podría dudarlo después de tan larga experiencia, y tan demostrada a lo largo de tantísimos años?
Pero que, esta vez, esta en concreto — precisaba don Aquilino con leves golpecitos del puntero sobre las coordenadas exactas — y porque la conjunción de los astros, o porque la luna en cualquiera de sus cuartos o en su novedad o en su entereza así los estuviera afectando, o el equinoccio o el solsticio anduvieran haciendo de las suyas o las fuerzas telúricas (y vaya nadie a saber a estas alturas si las cósmicas) estuviesen revueltas, esta vez en concreto y para marcar un hito en nuestra historia, os habéis precipitado.
– ¿Precipitado? — todos.
– Todos, sí.
– ¿Y al unísono?
– ¡Pues claro que al unísono! O, ¿qué queríais?, ¿qué esperabais?, ¿ir cada uno por su cuenta, a su aire, sin orden ni el mínimo de concierto para…
– Ah. Claro — una voz cantante, en un solo que si no exactamente de tenor podía servir para salir del paso —, que era eso…
– ¡Pues naturalmente que era eso!
Y que qué otra cosa podía ser ni para qué el concierto sino para aguardar, en silencio como siempre y con la perfecta e impecable compostura de siempre, a que, con exactamente el mismo retraso de siempre, llegase la señorita a interrumpir, en puntualmente el tercer punto suspensivo de siempre, su muy balbuciente y afligido — lo evocaba el cuitado con profunda amargura — mientras que otros…
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.