About the work
http://valentina-lujan.es/V/versiocho.pdf
La Respuesta
No parece, en un principio, que pueda resultar problemática…
¿Cuántas veces lo hemos dicho?
¿Cuántas que no tiene uno, o una, o un hatajo, o una multitud por aquello de no ningunear a género alguno de especímenes etcétera?
¿Cuántas que no hay mas que llegar y decir que somos Fulanito o Perenganita e hijos o hijas de tal y de cuál?
¿Cuántas que nos hemos equivocado pero que en un alarde de esto y de lo otro?
¿Cuántas que no volveremos a repetir obviedades?
¿Cuántas que hemos perdido el hilo buscando un destornillador o sacacorchos o abrelatas o biela para cigüeñal de motor de combustión?
¿Cuántas que perder el hilo sería grave?
¿Cuántas que dejamos a la memoria hacer lo que le diese la real gana?
¿Cuántas que la Fuenfría o Roncero menos corpulenta era, asimismo, infinitamente más paciente que la más corpulenta?
¿Cuántas, en conclusión ― y ésta es la última ―, que algunas tardes, sin que hubiese habido el menor indicio de que las cosas fuesen a torcerse, los planes se desbarataban?
♣
¿A quién, solicitando detalles a veces peregrinos de tal o cual minucia que a ella se le pasase por su cabeza de cabellos canosos y sin brillo peinados en un pequeño moño en todo lo alto de la coronilla, gustaba mortificar a sus educandas?
...
Pero usted ya sabrá responder a todo esto si, como es de suponer dando por hecho que es usted un estudiante aplicado, ha leído ya esta versión de los hechos acaecidos.
Y es que las de la señorita Berta copiaban como leonas. Pero no por cierto y en honor a la verdad Cora. Cora tenía otros defectos, pero era muy lista, y no necesitó nunca copiar a nadie.
Pero Berta le tenía manía, se murmuraba (habladurías) que porque el padre de Cora había sido novio suyo y la otra (la que fuese luego la madre de Cora) se lo quitó no se sabe (hubo opiniones encontradas) si con buenas o con malas artes.
¿Pero qué culpa tendría la pobre Cora?
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Code: | 2409089353744 |
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Date: | Sep 8 2024 14:10 UTC |
Author: | Carmela |
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.