About the work
https://valentina-lujan.es/versaciones/habiacoloc.pdf
– ¿Cinco servicios de café? — mi amigo, que parece muy extrañado. Y, repite —: ¿Había colocado en la bandeja cinco servicios de café?
– Sí — le contesto, pensativo yo, absorto en buscar una explicación para sus lágrimas y para el enigmático, no resuelto en fin… —, cinco servicios de café vacíos y siete botellines de cerveza y algunos vasos, y una tetera, también…
– Una tetera, y un platito con una raja de melón y…
– Limón — yo —, limón; la raja era de limón.
– Vale — él —, limón, pero, pregunto, ¿estás seguro de…
– Absolutamente, sí — respondo —, de limón; la raja era de limón pero qué puede importar un detalle tan nimio cuando lo que estoy tratando de relatar es…
– No es tan nimio — mi amigo, que parece no enterarse o estar pensando en otra cosa —, pero, bueno, pasémoslo por alto y los restos de croissant también, incluso, que no me importa, el trozo de tostada. Pero lo que a mí me gustaría saber, puestos a atender a pormenores, es dónde estab…
– Mordisqueada, sí; mordisqueada en una esquinita, sí; pero casi entera ¿Te parece bien?
– Oh, sí, ningún problema, que quién no ha mordisqueado una esquinita de tostada alguna vez para, luego, sin aparente justificación, dejándola en el plato que termina en la bandeja que…
– ¡Eso es! — yo, muy contento de que parezca que empecemos a centrarnos —, en la bandeja con la que, ya te he dicho, no se manejaba ella muy bien…
– Y que no me extraña — él —; y con tanto turista por en medio, además, japoneses casi todos, con sus cámaras; que hay que ver cómo se pone esa sala de japoneses…
– Ah. Que tú conoces el lugar.
– ¿Y quién no lo conoce, tan mundialmente famoso?
– Pues yo. Era la primera vez que iba; y no había, puedo asegurártelo, ningún japones.
– Pues de cualquier otro país. Franceses, sudamericanos, suecos…
– Sólo había dos hombres; hablaban en voz bastante alta y a uno lo oí decir ozú mi arma.
– Pues, entonces — con cara de hacer recuento él —, alemanes o italianos tampoco.
Y que qué raro.
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.