About the work
https://valentina-lujan.es/trans/Nuncafueni.pdf
y por mucho trabajo que pudiera costar creerlo no quedó más remedio que, después de consultar todos los archivos y documentos necesarios al objeto de hacer las comprobaciones pertinentes, admitir que Sagrario Navarrete había estado en lo cierto aquella tarde en que salió a relucir todo cuanto había sido Raúl Colmenero; pero, nunca jamás de los jamases, niño o, como muy bien puntualizase la hermana, no un niño como los demás de esos que pueden tener seis o siete años, o nueve, o diez si cabe… Aunque hubo quien, incluso, según dijo, pretendió dar pelos y señales asegurando haberlo conocido como tal, y aun recordarlo…
− ¡Que a ver si no era desfachatez cuando ahí estaba el propio interesado en persona!... — Encarece, aquí y ahora, una que dice llamarse Otilia Roca.
Y que si bueno, pues a ver si es que ―, apostilla ―, ya nadie se va a acordar del nieto de doña Patrocinio, la soprano…
–Mamá, en cambio, sí que había sido…
– ¿Quién?
– ¡Mamá, Gaspar, mamá!
– Ah – sordo como una tapia, el pobrecito, aunque, eso hay que reconocérselo, con su cabeza muy bien amueblada porque, dice, Josefina, ¿verdad?... entornando, con gesto soñador, un poquito los ojos casi siempre.
− Con algunas salvedades, claro está, aunque contadas con los dedos de una mano y por causas de fuerza mayor cual podían serlo… pues, qué te diríamos nosotras ― intercambiando una mirada cómplice, las dos Navarrete aunque la que habla es Clara ―; sus clases de equitación o cuando a su abuelo le concedieron aquella cruz de san Fernando, tan laureada; pero, por lo general, o sí o casi…
–Y es que, para ser lo que ella era hacía falta no sólo ser la mejor, y la más lista y la más guapa y la de familia de abolengo más rancio, que eran requisitos primordiales ― rememora Gaspar —, sino, además, tener muchos, pero que muchísimos arrestos y un carácter y un temperamento que, como muy bien dijese Cristián González, ojito al parche o acordaros de cuando…
Y por supuesto que nos acordamos – en seguida y con unanimidad casi absoluta, además; y con una de esas frescuras de las que suele decirse es como estarlo viviendo, mismamente ―, cada cual no ya sólo del cada “yo” que estuviera siendo entonces sino de todos los “yoes” de todos los demás componentes de aquella multitud heterogénea, abigarrada, que escuchaba absorta y boquiabierta el relato pormenorizado que aquella tarde le había tocado hacer a Elisa la de los mojicones de cómo mamá, con sus pies tan pequeños firmemente asentados sobre el duro suelo ― pese a que Josefina calzara en su día un treinta y nueve y se supiera, de buena tinta, además, y tuviese un carácter más bien desenfadado ―, se ponía como un verdadero basilisco cuando él, su hermano, o medio hermano, o el que fuese a quien aquella tarde que, acordaros, — siempre tenía que haber alguien que lo recordase — , es siempre por la mañana le tocara ser el que dijese lo del viejo baúl que a ella, la mamá que, a ser posible y si los hados del destino tenían a bien y aunque nada más fuese por hoy — rogaba la señorita, suspirando — que nadie faltara, calzase, todo lo más un treinta y siete que desentonara un poquito menos con el texto, la ponía como el verdadero basilisco que solía, porque, decía, estoy hasta los mismísimos de explicaros, a todos, que baúl tiene que ir siempre delante de viejo porque, de lo contrario , tendríamos que mudarnos a una casa mucho más elegante y con desván o, y no nos daría, imaginaba ella, menos pereza, vaciarlo y sacar tanto arrapiezo, que ya sería un engorro, y llenarlo con terciopelos y sedas y brocados que, auguraba, nos costarían un ojo de la cara y sin contar, echando unas cuentas que nos sacarían de un presupuesto que iba a ponerse por las nubes, con los brillantes y las perlas y los pendientes de rubíes.
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.