About the work
https://valentina-lujan.es/C/cuandollegamosaeso.pdf
Cuando llegamos a eso que se llama uso de razón ya llevamos un lastre, aunque no lo recordemos; ya hemos tenido encuentros y desencuentros con aquellos que todo lo que hicieron por nosotros fue por nuestro bien; ya nos han reprochado y les hemos reprochado y nos hemos los unos a los otros y los otros a los unos replicado y contrarreplicado.
Y cuando ponemos la mano por primera vez en el picaporte de la puerta de nuestro mundo y de los nuestros para abrirla y entrar en el primer contacto con esos otros “otros” que no son los otros ya conocidos o vividos en propia carne y con los que para bien o para mal o para regular ya hemos establecido unos vínculos y firmado los correspondientes pactos de no agresión (o de no sacarnos los ojos, por lo menos) lo hacemos — según cómo nos haya ido la fiesta hasta el momento — o asomando el hocico con prudencia o a pecho descubierto y tumba abierta y… pues que sea lo que Dios quiera.
¿Hay más opciones?
Pues… Bueno, ¿Cuáles?
Se es confiado y generoso y comprensivo y tolerante y filántropo o se es desconfiado y egoísta e incomprensivo e intolerante y misántropo, o se es un poco de lo uno y un poco de lo otro porque “pero” pero “pero”.
Así que, entre unas cosas y otras y a pesar de los “peros” parece que hay bastantes opciones. Sí. Ninguna neta, ninguna pura, ninguna limpia del todo; pero las hay.
Y los otros, los “otros” nuevos con los que nos encontramos ahí fuera están en las mismas, en las mismas y arrastrando, como nosotros, las propias experiencias de sus propias fiestas; predispuestos, lo mismo que nosotros que a saber de cuál de las categorías seamos, a lanzarnos en los brazos del de enfrente o a su yugular o, por el pero “pero”, a guardar las distancias, y las formas, y los ases en las mangas, y a pactar.
Por lo general, y de peor o mejor grado, se termina — en virtud de una amplia batería de argumentos de lo más heterogéneo y contradictorios muchas veces — por pactar.
Pero pactar es como cuando, en una comida, se pide vino rosado no porque sea el que se está prefiriendo sino porque, “caramba, no es tan tinto como yo lo quería, confórmate por tanto (y aunque sea) aunque no esté siendo tan blanco como lo querrías tú”.
Y nos repartimos, en buena armonía y para ir abriendo boca así para empezar, pequeñas tiranías y esclavitudes que, no hay que desesperar ni que agobiarse, ya irán de nuestra propia mano yendo a más.
De forma que — y para ir terminando — lo mismo que en la niñez sucedió dentro de la familia, sucede en la vida adulta en todo tipo de relaciones; más naturalmente en las afectivas — ya que en las laborales o de otras índoles es comprensible que haya que avenirse a acuerdo —, quiero decir “de forma más problemática” puesto que entran bastante en conflicto los sentimientos con los intereses aunque curiosamente suelen andar con demasiada frecuencia mezclados, interfiriéndose, y eso suele dar malísimos resultados.
*
Comments
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.