About the work
https://valentina-lujan.es/R/rosario.pdf
Charo, sí, mi amiga Charito de toda la vida que la quiero yo un montón y fuimos inseparables ya desde niñas hasta que ella se casó. Se caso, sí, con un chico muy bueno que a mí la verdad es que me parecía un poquito soso, pero ella decía es muy bueno y muy buena persona y, yo lo sé, me dijo entonces, voy a ser muy feliz con él porque es una persona muy responsable y muy trabajador.
Y se casó, y siempre ha dicho que es tan feliz como ella decía de jovencita que iba a ser, y como yo conozco muy bien a Charito estoy segura de que de veras ha sido tan feliz como ella ya presentía que iba a ser. Hasta hoy.
Digo hasta hoy porque esta mañana va y me llama. Me llama Charito afligida y llorando y, yo, pero Charito, querida, qué te pasa.
Y Charito se suena y moquea y dice con voz entrecortada que la niña, suya y de sus ojos porque es su única hija y la adoran tanto ella como su marido aquel chico tan bueno y tan responsable y tan sensato, que la niña — logro entender entre sollozos —ha conocido a un chico muy bueno, de Guadalajara, que se llama Juan Francisco, de muy buena familia y muy estudioso que…
– Pero, querida — le digo yo a Charito —, si es estudioso y de buena familia, y del agrado de la niña que seguro que tiene tan buen gusto y tan buen criterio como tú, ¿qué motivos puede haber, pedazo de tontuela para llorar de esa manera?
–Pues… — Charito se suena y moquea antes de responder —, a ver si sé explicártelo para que me entiendas…
– Seguro que te entiendo, cielo — le digo —; cuéntame qué te pasa, cuál es el problema y verás cómo entre las dos encontramos la solución.
– Bueno, pues — noto cómo Charito se enjuga las lágrimas, se aclara la voz y dice de corrido —: Juan Francisco ha sido etarra.
– ¿Etarra, Charo — le pregunto —; un chico de Guadalajara que se llama Juan Francisco ha sido etarra?
–Sí, Afrodita —responde ella en tono impaciente —, etarra.
Y que qué encuentro de raro, quiere saber, al hecho de que el chico sea etarra.
–Pues, no sé — respondo, dubitativa, dubitativa porque entiendo que tal vez a ella mi razonamiento podrá parecerle poco razonable —; no sabría explicártelo muy bien pero siempre pensé que para ser etarra había que llamarse Patxi o Andoni o Iñaqui, y por supuesto ser vasco, pero, un etarra, Charito; de la Alcarria son bien conocidos los mieleros de toda la vida, pero etarras…
– Oh, es que fue a vivir a Euskal Herria cuando era muy pequeño, a Santurce concretamente. Y dice que se siente vasco, y que su corazón es vasco…
– Eso — le digo — parece razonable. Siempre se ha dicho que el hombre no es de donde nace sino de donde pace; así que…
– Bueno, pues… — Charito se suena, con un sonido seco y rotundo, antes de añadir en tono tajante y resuelto —: No me da la gana que mi hija tenga un novio etarra.
– No es etarra, Charito — le recuerdo —; tú misma has dicho que fue etarra.
– Ah, sí — admite Charito, porque Charito aunque pierda a veces un poco los nervios ha sido siempre razonable —; cometió un atentado y hubo muertos. Estuvo en la cárcel un par de años o tres y, luego, como se arrepintió, lo pusieron en libertad y está totalmente reinsertado.
– ¿Ves, tontuela — le digo — como no tienes motivo ninguno para recelar de él?
– Pero ¡cómo que no! — Se me encrespa Charito — ¿Te gustaría a ti tener un yerno asesino?
– Charito, nena, que ya no es asesino; se arrepintió y está reinsertado. Ahora es ya una persona perfectamente normal ¿No lo entiendes, Charito?
Pero se ha cerrado en banda en que no, en que no lo entiende. Y se ha empecinado en que un terrorista podrá estar todo lo reinsertado que la ley le permita; pero que ella, en cuanto a ciudadana con sus propios criterios éticos y morales, ¡jamás! — que me lo ha dicho gritando y muy alterada, fuera de sí, casi, diría yo —, jamás querrá cerca de sí a un personaje semejante. Y que hará todo cuanto esté en su mano para no emparentar con un asesino. Y que no quiere que sus futuros nietos sean hijos de alguien cuya profesión era (aunque ahora esté arrepentido y reinsertado) poner bombas y pegar tiros en la nuca.
Y por más que he intentado hacerla entrar en razón y me he esforzado en explicarle que hay que saber perdonar y que además todo el mundo tiene derecho a una segunda oportunidad no ha querido entenderlo ni admitirlo; se ha enfadado, ha dicho que le parecía intolerable lo que le estaba diciendo y ha terminado por mandarme a… (bueno, a la mierda) y me ha colgado el teléfono.
Así que me he quedado un poquito triste. Un poquito triste porque yo a Charito la quiero mucho, porque es mi amiga de toda la vida. Pero… no sé, me da pena que a veces sea tan intransigente y tan poquito comprensiva.
14 de septiembre de 2012
Comments
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.