Soy un tipo común y corriente que escribe desde que era niño, aunque me topó más de treinta y cinco años de vida empezar a creer que me podía dedicar a contar ficciones.

Empecé a trabajar como actor en el teatro, de ahí me fui a hacer en comerciales para televisión. Casi por la puerta de atrás entré a la dramaturgia, cuando gané algunos concursos de dramaturgia exprés y de cuentos negros. Ya instalado como dramaturgo, pero sin dejar de actuar (de algo tenía que vivir) me invitaron a escribir series para televisión, actividad agotadora en la que pronto me sentí muy a gusto. Sin embargo, me relacioné con productores de tv que pensaron que tenía talento para estructurar reality shows. Afortunadamente tuvieron razón y pude sobrevivir en ese medio durante catorce años ininterrumpidos. Situación muy buena para mi cuenta de banco, pero pésima para mi desarrollo como creador de ficción que es lo que realmente me interesa. De cualquier modo, me las he ingeniado para escribir para cine y teatro y escribir algunos guiones para cine.

Actualmente navego entre el teatro, el cine y el desempleo, por lo que no tengo mucho tiempo para entrar en crisis creativas. El arte se ha convertido en una válvula de escape para la angustia y todas esas frivolidades de la vida de adulto.

El consejo que nadie me ha pedido es: escribe cada día de tu vida y hazlo como si tu vida dependiera de ello.