About the work
https://valentina-lujan.es/G/ycustodiadecia.pdf
Y Custodia Núñez decía que esa era una forma ni peor ni mejor de hacer las cosas, pero que...
Y aunque Adalberto habría dicho, seguro, de cualquier forma a Adalberto hay que sacarlo yo me volvía a callar.
Y esta vez era una tía Leontina la que decía « ¿lo ves?».
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Había dicho la chatarrera.
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– ¿Lo ves? — decía…
Decía.
Y que volvía a venir ― la tía ― y a agarrarla de nuevo por los hombros y a ponerla otra vez en el centro del lavaderillo del corral y decirle a otra que era esta vez la tía Elisenda «esto es lo que yo quería decir».
Y que la otra la miraba otra vez de arriba abajo, como si ella fuese poca cosa otra vez, y que arrugando la nariz repetía « ¿esto?». Y que la otra repetía otra vez «esto; sí».
–Sí: esto — Y la zarandeaba y le clavaba las uñas y ella no gritaba no por lo del postre sino porque aunque le hacía daño era sin querer —: que la niña, sin darse cuenta... ¡¡porque lo has hecho sin darte cuenta!! – y que ¿verdad? Pero ella sólo asentía con la cabeza para no enredar más — que la niña, sin saber lo que hacía ha...
– ¿Pero cómo que sin saber lo que hacía si estaba todo el rato dando la tabarra al pobre Montano? – mamá.
–Bah, no se preocupe por eso. A mí no me molesta, son cosas de niños.
–Sí, Montano; pero cosas de niños muy descarados – y le clavaba los ojos meneando la cabeza y enfatizando mucho niñosss y descaradosss y –: usted es que es una persona muy sufrida.
Y, ella, ahí callada, en el centro del lavaderillo del corral con las uñas de la tía Leontina clavándosele hasta que ellos se callaban también, y entonces aflojaba un poquito, y haciéndole menos daño:
–No os habéis dado cuenta. Nadie se ha dado cuenta. Y es comprensible porque todos estamos aquí, viéndonos y oyéndonos, y sabemos...creemos saber, al menos, qué estamos viendo y oyendo, pero imaginaros a alguien que no estuviese aquí, ¿qué pensaría?
–Pues — papá, tan despistado — como si no está ni ve ni oye...
–Que oyera o viese sólo de forma parcial, fragment...
–Ah pues — mamá — no creo que pensase nada raro. Somos una familia muy normal... ¡Porque Montano es como de la familia, claro!
– ¡Bueno — papá, tan despistado —; Montano como el que más!
–No, ya, si eso sí — impaciente la tía, por hacerse entender, que le estaba volviendo a clavar las uñas; a ver si acababan con aquello de una vez — pero yo, a lo que me estoy refiriendo es a que, cualquiera que no estuviese aquí presente pensaría que...
–Sí — papá , tan despistado —: que nos estamos... bueno, estábam... ¡o estamos!, moviendo...bueno, sentados, casi todos, en nuestra propia historia y en la ajena; y en nuestro presente y en nuestro pasado a la vez porque, si la niña...y Montano, están aquí los dos, y la niña decía que Montano decía... y, además Montano, el pobre, bueno, perdón... el pobrecito, intervenía en una conversación en la que no es posible que pudie...
–Pues lo que estoy diciendo — la tía Elisenda —: que no puede ser.
–Pero es — la otra —: y aquí estamos.
–Eso, mira, es verdad — mamá —: aquí toda la tarde, que fíjate qué hora es ya y sin haber sacado nada en claro.
Y que venga, vamos a cenar algo y a dormir que nos estamos cayendo todos de sueño mañana seguiríamos y, a Montano, que esperaba que no le disgustase la habitación que le hemos preparado como usted es tan… pero que ya sabía que, como la casa no era muy grande, no teníamos otra y, bueno... en fin, era la de, dando un suspiro, el pobrecito Montano.
–Y, a mí, de pie en el centro del lavaderillo del corral — decía la chatarrera de pie en el centro del camaranchón grande de junto al garaje lleno de sacos de cemento y ladrillos y algunos somieres herrumbrosos de los que mamá siempre decía “a ver cuando nos deshacemos de tanto zarrio, tengo gana de vivir en una casa propia y con algo de orden y no en esta leonera” que nos hacía cuando nos lo prestaban de lavaderillo del corral —: vamos chiquitina, que ahí adormilada en tan mala postura te va a doler el cuello.
– ¿Y Montano?
Y que pues debajo de la mesa, como siempre, y que esa es otra, que aún lo tenemos que sacar.
Y, la tía Elisenda, que pues tampoco eso podía ser.
Y, la Sousa pecosa —: Es posible.
Pero que, aunque lo pudiese — “ser, claro”, explicaba — siempre habría alguien dispuesto a poner inconvenientes.
–Oh, pero Sousa pecosa, si no es eso…
Papeles
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Code: | 2311126099648 |
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Date: | Nov 12 2023 16:39 UTC |
Author: | Una prima de las de Robledo |
License: | All rights reserved |
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.