Frente a una fachada amarilla, donde el tiempo parece haberse detenido, un deportivo Alpine Renault Cibie —tan brillante y resuelto como un destello de los años setenta— descansa junto a una figura que no se detiene jamás: The Striding Man. Con un gesto cortés, levantando su sombrero de copa, este elegante caballero ha cruzado más de dos siglos de historia sin perder el paso.

Creado en 1908 por el ilustrador Tom Browne para representar la filosofía de progreso de la marca Johnnie Walker, The Striding Man nació como un dandi del siglo XIX y se transformó, década tras década, en un símbolo global de elegancia en movimiento. A pesar de los cambios en la estética, la publicidad y las formas de consumo, el caminante siguió su marcha. Ha sobrevivido guerras mundiales, revoluciones culturales, prohibiciones y reinvenciones del mercado. Siempre adelante. Siempre con el sombrero en alto.

Es la captura de una pausa en el viaje de dos iconos: uno nacido para la velocidad, el otro para avanzar con elegancia imperturbable. Aunque no comparten el color, sí comparten una misma vocación de movimiento. Quizá este momento encarna el deseo humano de moverse, de dejar huella, de no mirar atrás.