About the work
Sofía despertó cuando la luz temblorosa filtró su danza entre cortinas. Era una mañana distinta, pues sus ojos naufragaban en lo inadvertido: vapor que subía en espiral desde la taza de café, canto de gorrión en el alféizar, tibieza de las medias abrazando su piel—aquel roce dulce, memoria de caricia postergada, hilando la ternura de lo escondido.
En la calle, charcos luminosos bordaban el asfalto con espejos fijos tras la lluvia. Sofía tejía un universo con palabras escuetas, suspiros apacibles, sonrisas entregadas a la vecina. Era su modo de rendir homenaje a lo simple, pleno, donde el gesto callado funda reinos invisibles. Detuvo su andar junto a la panadería; el aroma del pan trajo la casa de antaño, las manos de la abuela amasando despacio—cada giro era ley secreta, rito sagrado que sostiene el mundo en equilibrio.
Sintió entonces la certeza: ninguna hazaña ruidosa explica el fulgor de lo mínimo. La vida, agitada, se alimenta de estos matices. No brillan en titulares, pero florecen, salvan días, devuelven esperanzas.
Al llegar la noche, Sofía caminó con lentitud reverente, queriendo guardar en sí todas las texturas y matices. Al apagar la luz, agradeció en silencio esas migas de eternidad, las verdaderamente grandes: el milagro que reside en lo ínfimo: ¡Esencia de la vida digna!
Epílogo
Aún después de que la luz se apagara y el silencio envolviera la casa, Sofía guardó consigo el rastro invisible de ese día. Las imágenes, los sabores y las voces pequeñas continúan latiendo en su memoria, tejieron un tapiz delicado que no se desvanece con el tiempo. Como un secreto susurrado entre las sombras, la presencia de lo mínimo sigue siendo un faro tenue que guía sus pasos.
En ese delicado equilibrio entre lo vivido y lo por venir, Sofía comprende que la vida no se mide en hechos grandiosos, sino en esos instantes suspendidos donde la ternura y la esperanza florecen sin ruido. No hay necesidad de nombrar cada uno, de revelar cada hilo; basta con sentirlos, con dejarlos habitar el alma como ecos eternos.
Así, la historia permanece abierta, suspendida en un suspiro, invitando a quien la lea a encontrarse con su propia magia cotidiana y a reconocer, en lo pequeño, el milagro de vivir.
Aimée Granado Oreña ©
Gota de Rocío Azul
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Title El milagro de lo ínfimo
Sofía despertó cuando la luz temblorosa filtró su danza entre cortinas. Era una mañana distinta, pues sus ojos naufragaban en lo inadvertido: vapor que subía en espiral desde la taza de café, canto de gorrión en el alféizar, tibieza de las medias abrazando su piel—aquel roce dulce, memoria de caricia postergada, hilando la ternura de lo escondido.
En la calle, charcos luminosos bordaban el asfalto con espejos fijos tras la lluvia. Sofía tejía un universo con palabras escuetas, suspiros apacibles, sonrisas entregadas a la vecina. Era su modo de rendir homenaje a lo simple, pleno, donde el gesto callado funda reinos invisibles. Detuvo su andar junto a la panadería; el aroma del pan trajo la casa de antaño, las manos de la abuela amasando despacio—cada giro era ley secreta, rito sagrado que sostiene el mundo en equilibrio.
Sintió entonces la certeza: ninguna hazaña ruidosa explica el fulgor de lo mínimo. La vida, agitada, se alimenta de estos matices. No brillan en titulares, pero florecen, salvan días, devuelven esperanzas.
Al llegar la noche, Sofía caminó con lentitud reverente, queriendo guardar en sí todas las texturas y matices. Al apagar la luz, agradeció en silencio esas migas de eternidad, las verdaderamente grandes: el milagro que reside en lo ínfimo: ¡Esencia de la vida digna!
Epílogo
Aún después de que la luz se apagara y el silencio envolviera la casa, Sofía guardó consigo el rastro invisible de ese día. Las imágenes, los sabores y las voces pequeñas continúan latiendo en su memoria, tejieron un tapiz delicado que no se desvanece con el tiempo. Como un secreto susurrado entre las sombras, la presencia de lo mínimo sigue siendo un faro tenue que guía sus pasos.
En ese delicado equilibrio entre lo vivido y lo por venir, Sofía comprende que la vida no se mide en hechos grandiosos, sino en esos instantes suspendidos donde la ternura y la esperanza florecen sin ruido. No hay necesidad de nombrar cada uno, de revelar cada hilo; basta con sentirlos, con dejarlos habitar el alma como ecos eternos.
Así, la historia permanece abierta, suspendida en un suspiro, invitando a quien la lea a encontrarse con su propia magia cotidiana y a reconocer, en lo pequeño, el milagro de vivir.
Aimée Granado Oreña ©
Gota de Rocío Azul
Work type Literary: Other
Tags poesía
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Registry info in Safe Creative
Identifier 2511283857314
Entry date Nov 28, 2025, 7:40 AM UTC
License All rights reserved
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Copyright registered declarations
Author. Holder Gota de Rocío Azul. Date Nov 28, 2025.
Information available at https://www.safecreative.org/work/2511283857314-el-milagro-de-lo-infimo