About the work
https://valentina-lujan.es/m/mitioclaudio.pdf
Un hombrecillo insignificante y con boinilla que no debe, en modo alguno y bajo ningún concepto so pretexto de alegar que es que se daban un cierto aire, ser confundido con un tal don Claudio que aparece en no sé qué versión uno de no sé qué maldita serie de versiones, de tampoco sé qué malditas transgresiones de vaya nadie a saber de qué maldita sensibilidad y que debía de ser — por lo que se desprende del estúpido texto que puede leerse en el correspondiente estúpido archivo decorado con un ocho de tréboles y una oca que lleva un número 18 — un señor elegante, a lo mejor hasta aristócrata por lo que deduzco de un ambiente que da (a mí por lo menos) la sensación de refinado en tanto que, por lo que puede deducir cualquiera con tan sólo imaginar la boinilla de mi tío, este, mi tío, era como vengo de decir un hombrecillo sin distinción ni alcurnia casado con una prima (lejana, además) de mi padre y sin más riqueza que un pequeño terreno en el que plantaba tomates y habichuelas; motivos estos por los que cabe preguntarse, y más teniendo en cuenta que aunque él y la prima (lejana) de mi padre no tuvieron hijos tenía sí tres sobrinos carnales por parte de una hermana suya (nada más de madre) y dos sobrinas, carnales también, por parte de un hermano (nada más de padre), que lo adoraban porque, y era algo sabido en todo el pueblo y en sus aledaños y aún más allá de la linde septentrional del terreno de las habichuelas, era una bellísima persona con un corazón de oro.
¿Hubiese, así y por tanto, y por más que su corazón fuese de oro, tenido yo motivo alguno — y no yendo, como no iba dada la lejanía del parentesco, a heredarlo —, motivo alguno medianamente lógico para asesinarlo?
A mí me parecía que no, pero, y por el porsiacaso de que se me estuviese escapando alguno de esos que se dan en las películas —preferentemente en blanco y negro de detectives con sombrero o de mafiosos, que también los he visto yo con sombrero — pero muy raramente en la vida real de las personas normales, le pregunté a mi amigo si pensaba él que me convendría comprarme una pistola; pero me dijo que no, que a simple vista, no le parecía que hubiese ningún motivo para el crimen, aunque, si en algún momento que le pillase desprevenido se le presentaban las musas inspirándolo, dijo, ya veríamos la forma de llevarlo a cabo sin necesidad de tener que agenciarnos pistola ninguna, que sería complicado teniendo en cuenta que ninguno teníamos licencia de armas y, más, considerando dijo que la cosa se podría solucionar con un simple golpe de azada en el cogote en algún momento que lo encontrásemos de espaldas.
– Pero es que — recuerdo que pensé contestarle — has de tener en cuenta que azada tampoco tenemos.
Y que si él tenía alguna o sabía de dónde sacarla.
Pero me di punto en boca porque pensé — que también lo recuerdo — que me habría respondido que de esa especie de choza que tengo en el jardín en la que guardo los aperos de labranza.
De modo que, como tampoco jardín ni choza ni aperos tengo y además empezaba a hacerse tarde, opté por dejar el asunto en suspenso y a la espera de que las musas tuvieran a bien, en algún momento que lo pillasen desprevenido, inspirar a mi amigo.
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Title Mi tío Claudio
https://valentina-lujan.es/m/mitioclaudio.pdf
Un hombrecillo insignificante y con boinilla que no debe, en modo alguno y bajo ningún concepto so pretexto de alegar que es que se daban un cierto aire, ser confundido con un tal don Claudio que aparece en no sé qué versión uno de no sé qué maldita serie de versiones, de tampoco sé qué malditas transgresiones de vaya nadie a saber de qué maldita sensibilidad y que debía de ser — por lo que se desprende del estúpido texto que puede leerse en el correspondiente estúpido archivo decorado con un ocho de tréboles y una oca que lleva un número 18 — un señor elegante, a lo mejor hasta aristócrata por lo que deduzco de un ambiente que da (a mí por lo menos) la sensación de refinado en tanto que, por lo que puede deducir cualquiera con tan sólo imaginar la boinilla de mi tío, este, mi tío, era como vengo de decir un hombrecillo sin distinción ni alcurnia casado con una prima (lejana, además) de mi padre y sin más riqueza que un pequeño terreno en el que plantaba tomates y habichuelas; motivos estos por los que cabe preguntarse, y más teniendo en cuenta que aunque él y la prima (lejana) de mi padre no tuvieron hijos tenía sí tres sobrinos carnales por parte de una hermana suya (nada más de madre) y dos sobrinas, carnales también, por parte de un hermano (nada más de padre), que lo adoraban porque, y era algo sabido en todo el pueblo y en sus aledaños y aún más allá de la linde septentrional del terreno de las habichuelas, era una bellísima persona con un corazón de oro.
¿Hubiese, así y por tanto, y por más que su corazón fuese de oro, tenido yo motivo alguno — y no yendo, como no iba dada la lejanía del parentesco, a heredarlo —, motivo alguno medianamente lógico para asesinarlo?
A mí me parecía que no, pero, y por el porsiacaso de que se me estuviese escapando alguno de esos que se dan en las películas —preferentemente en blanco y negro de detectives con sombrero o de mafiosos, que también los he visto yo con sombrero — pero muy raramente en la vida real de las personas normales, le pregunté a mi amigo si pensaba él que me convendría comprarme una pistola; pero me dijo que no, que a simple vista, no le parecía que hubiese ningún motivo para el crimen, aunque, si en algún momento que le pillase desprevenido se le presentaban las musas inspirándolo, dijo, ya veríamos la forma de llevarlo a cabo sin necesidad de tener que agenciarnos pistola ninguna, que sería complicado teniendo en cuenta que ninguno teníamos licencia de armas y, más, considerando dijo que la cosa se podría solucionar con un simple golpe de azada en el cogote en algún momento que lo encontrásemos de espaldas.
– Pero es que — recuerdo que pensé contestarle — has de tener en cuenta que azada tampoco tenemos.
Y que si él tenía alguna o sabía de dónde sacarla.
Pero me di punto en boca porque pensé — que también lo recuerdo — que me habría respondido que de esa especie de choza que tengo en el jardín en la que guardo los aperos de labranza.
De modo que, como tampoco jardín ni choza ni aperos tengo y además empezaba a hacerse tarde, opté por dejar el asunto en suspenso y a la espera de que las musas tuvieran a bien, en algún momento que lo pillasen desprevenido, inspirar a mi amigo.
Work type Literary: Other
Tags versaciones
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Registry info in Safe Creative
Identifier 2505021636040
Entry date May 2, 2025, 7:17 PM UTC
License All rights reserved
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Copyright registered declarations
Author. Holder Mesmina. Date May 2, 2025.
Information available at https://www.safecreative.org/work/2505021636040-mi-tio-claudio