About the work
https://valentina-lujan.es/H/hacia%20la%20ventana.pdf
hacia la ventana; ¿o es que no se había enterado a aquellas alturas todo el mundo de que si era jueves por la tarde lo que iba sobre la lavadora era la barra de pan y no la jarra del agua? – inquiría severa doña Fructuosa.
Y que lo que pasaba era que no se prestaba la debida atención; porque no le parecía a ella que pudiera ser tan complicado recordarlo porque, vamos a ver, Honorina… decía, conminando a la interpelada a que viniera aquí, al encerado y sometiéndola a un interrogatorio exhaustivo solicitando detalles a veces del todo peregrinos de tal o cual acontecimiento de nuestra Historia en los que ella, Fructuosa, gustaba aunque nada más fuese por mortificarla de ensañarse, dinos, dónde exactamente estaba y cómo era tal o cual minucia irrelevante que se le pasase por su cabeza de cabellos canosos y sin brillo peinados en un pequeño moño en todo lo alto de la coronilla, como una castaña.
Y Honorina se esforzaba, ponía todo su empeño en que la minucia irrelevante, fuera la que fuese, tomara en su sentir de ahora la consistencia, la textura, el color y la forma y — si los tuviere — el sonido y el aroma que (por obra y gracia de un saber hacer que siempre estaba en otros pero nunca en ella) adornaron aquel cestillo que, envuelto otrora en papel celofán y conteniendo pastillas de jabón trasuntos de fresas o mandarinas o manzanas, deviniera en salacot sobre los rizos que (una vez destejido un jersey de ochos que tras el estirón de las anginas se le quedó pequeño a Pilarín) enmarcaron el rostro rubicundo de Palomita, la del armero, encantada de padecer vicisitudes y penurias bajo los rayos del inclemente sol africano que daba, por aquel entonces, de plano sobre los terraplenes que terminaron siendo el polideportivo con piscina y tres pistas de tenis…
¿O no era eso?
Doña Fructuosa asentía con la cabeza y su castaña, cargada de comprensión y de paciencia, afirmando que sí y que — porque con las salvedades de que lo que contuvo el cestillo fueron bombones y de que la sabana africana no fue el polideportivo sino la sede de la caja de ahorros era, y Fructuosa lo reconocía, rigurosamente cierto que el logaritmo de 127 sería siempre 2,103803721 en números redondos — Honorina podía estar orgullosa de su buena memoria y su excelente olfato; pero que ella, Fructuosa, Honorina, por favor, tienes que entenderlo, debía desde su actividad docente exigirles, a ella y a todas sus compañeras, siempre un poquito más al objeto de que se fueran preparando, habituando sus mentes a lo que con el tiempo llegaría a ser el pan nuestro de cada día o una concepción ecléctica del Universo y de las leyes por las que se rige.
Y que si había quedado claro o preferíamos, llevadas de nuestro amor a la sabiduría, repetirlo una vez más aunque ello implicara el prescindir del bocadillo y de salir al patio a jugar a la comba o a las tabas; pero, como pasaba con frecuencia porque se nos pasaba el rato sin sentir, sonaba el timbre indicando que se había terminado el recreo sin que nos hubiéramos puesto de acuerdo en qué preferir.
Papeles
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100% human created
Declaration Date:
Mar 3, 2024, 12:59 PM
Identification level:
Low
Fictional content
Declaration Date:
Mar 3, 2024, 12:59 PM
Identification level:
Low
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Title Apuntando hacia la ventana
https://valentina-lujan.es/H/hacia%20la%20ventana.pdf
hacia la ventana; ¿o es que no se había enterado a aquellas alturas todo el mundo de que si era jueves por la tarde lo que iba sobre la lavadora era la barra de pan y no la jarra del agua? – inquiría severa doña Fructuosa.
Y que lo que pasaba era que no se prestaba la debida atención; porque no le parecía a ella que pudiera ser tan complicado recordarlo porque, vamos a ver, Honorina… decía, conminando a la interpelada a que viniera aquí, al encerado y sometiéndola a un interrogatorio exhaustivo solicitando detalles a veces del todo peregrinos de tal o cual acontecimiento de nuestra Historia en los que ella, Fructuosa, gustaba aunque nada más fuese por mortificarla de ensañarse, dinos, dónde exactamente estaba y cómo era tal o cual minucia irrelevante que se le pasase por su cabeza de cabellos canosos y sin brillo peinados en un pequeño moño en todo lo alto de la coronilla, como una castaña.
Y Honorina se esforzaba, ponía todo su empeño en que la minucia irrelevante, fuera la que fuese, tomara en su sentir de ahora la consistencia, la textura, el color y la forma y — si los tuviere — el sonido y el aroma que (por obra y gracia de un saber hacer que siempre estaba en otros pero nunca en ella) adornaron aquel cestillo que, envuelto otrora en papel celofán y conteniendo pastillas de jabón trasuntos de fresas o mandarinas o manzanas, deviniera en salacot sobre los rizos que (una vez destejido un jersey de ochos que tras el estirón de las anginas se le quedó pequeño a Pilarín) enmarcaron el rostro rubicundo de Palomita, la del armero, encantada de padecer vicisitudes y penurias bajo los rayos del inclemente sol africano que daba, por aquel entonces, de plano sobre los terraplenes que terminaron siendo el polideportivo con piscina y tres pistas de tenis…
¿O no era eso?
Doña Fructuosa asentía con la cabeza y su castaña, cargada de comprensión y de paciencia, afirmando que sí y que — porque con las salvedades de que lo que contuvo el cestillo fueron bombones y de que la sabana africana no fue el polideportivo sino la sede de la caja de ahorros era, y Fructuosa lo reconocía, rigurosamente cierto que el logaritmo de 127 sería siempre 2,103803721 en números redondos — Honorina podía estar orgullosa de su buena memoria y su excelente olfato; pero que ella, Fructuosa, Honorina, por favor, tienes que entenderlo, debía desde su actividad docente exigirles, a ella y a todas sus compañeras, siempre un poquito más al objeto de que se fueran preparando, habituando sus mentes a lo que con el tiempo llegaría a ser el pan nuestro de cada día o una concepción ecléctica del Universo y de las leyes por las que se rige.
Y que si había quedado claro o preferíamos, llevadas de nuestro amor a la sabiduría, repetirlo una vez más aunque ello implicara el prescindir del bocadillo y de salir al patio a jugar a la comba o a las tabas; pero, como pasaba con frecuencia porque se nos pasaba el rato sin sentir, sonaba el timbre indicando que se había terminado el recreo sin que nos hubiéramos puesto de acuerdo en qué preferir.
Papeles
Work type Literary: Other
Tags papeles, prosa
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Registry info in Safe Creative
Identifier 2403037220645
Entry date Mar 3, 2024, 12:59 PM UTC
License All rights reserved
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Copyright registered declarations
Author. Holder Señorita Berta. Date Mar 3, 2024.
Information available at https://www.safecreative.org/work/2403037220645-apuntando-hacia-la-ventana