Un gran resplandor iluminó la habitación. Por unos instantes pareció que era de día. Apenas unos segundos más tarde un trueno sonó con gran estruendo. Silvia decidió cambiar su bonita americana beige por una amplia gabardina. Cogió el paraguas y salió de casa con gesto de disgusto. Unos negros nubarrones se cernían sobre las cabezas de los peatones. La lluvia no se hizo esperar, descargando con fuerza toda su furia. El viento doblaba las copas de los árboles y la calle quedó desierta en pocos s