Cómicos
16/05/2018
1805167108724

Sobre la obra

Mi vida cambió para siempre −quizá más acertado sería decir que de veras comenzó− una tarde de diciembre. Una de esas tardes invernales de oscuridad temprana y frío inmisericorde en que, recuerdo, había llovido sin tregua y, como por entonces solía ocurrir −tanto tiempo hace ya que casi parece imposible− agua y lodo habían vuelto intransitables las calles en algunos trechos. Una pequeña compañía de artistas, tan pequeña que ni nombre tenía, acababa de llegar al pueblo y a punto estuvo la lluvia de arruinar su primera función. Por suerte, no lo hizo.
No eran aquellos buenos tiempos para los cómicos, nunca ninguno lo fue en realidad. Aunque la nostalgia endulce ahora el recuerdo e, incluso a mí, hoy pueda parecer romántica y hasta divertida la vida que aquellos trotamundos −pobres actores sin suerte− llevaban: hoy aquí, mañana allí, siempre de pueblo en pueblo, de camino en camino, bultos, alegrías, desamparos, sueños, tristezas e ilusiones al hombro... no, no lo eran en absoluto.
Yo, por entonces un niño, de aquella época apenas ya nada recuerdo. Un estado de ánimo, tal vez, una melancolía permanente que todo lo envolvía. Hasta aquel diciembre. Hasta aquella gélida, desapacible y pese a ello afortunada tarde de diciembre que con tanta fuerza y de tan irreversible modo mi vida marcó.
Apenas cesó la lluvia e iluminó la luna la penumbra, el aire se llenó de voces. Había dado comienzo la función. El público muy escaso pero entregado: campesinos de rostros curtidos por el sol, por los vientos y la vida, gastados por el tiempo y la pobreza que reían, se emocionaban, lloraban y con entusiasmo aplaudían al compás que la historia marcaba, cautivados por el sonido, por la magia y el misterio de unas palabras que quizás no alcanzaran a comprender del todo pero que, en aquel momento, con certeza sabían sólo para ellos rescatadas del olvido y de las sombras.
Fue entonces que en mi fuero interno, en un lugar muy secreto, una ilusión dormida despertó. Una felicidad nueva, desconocida, mía únicamente, de improviso brotó en mi alma y aquel niño algo triste y solitario que hasta entonces yo era, comenzó a soñar sueños que nunca antes había sentido suyos. Un latido dulce y cálido, algo que apenas sabía nombrar, conquistó su corazón. Una belleza desconocida e inesperada que sin remedio para siempre lo apresó.
De allí marcharon poco después los cómicos rumbo a otros destinos sin conocer la huella que tras ellos dejaban: una criatura rendida, enamorada, para siempre cautiva de la más bella profesión que, sin duda, jamás en el mundo existió. Aunque, tal vez... tal vez algo sí que adivinaran después de todo. Imposible debió ser no advertir aquella mirada atónita, hipnotizada, que desde la primera fila, deshecha en llanto, al mundo gritaba su emoción.
Tantos años desde entonces ya pasaron, tantas candilejas, emociones, bambalinas y escenarios, tantos personajes noche a noche en mi piel cobraron vida... e intacta sigue todavía mi pasión, mi admiración y el destello deslumbrante en mi recuerdo, agradecido, de aquel día.

Narrativa, Ensayo

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Marta Navarro Calleja
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Título Cómicos
Mi vida cambió para siempre −quizá más acertado sería decir que de veras comenzó− una tarde de diciembre. Una de esas tardes invernales de oscuridad temprana y frío inmisericorde en que, recuerdo, había llovido sin tregua y, como por entonces solía ocurrir −tanto tiempo hace ya que casi parece imposible− agua y lodo habían vuelto intransitables las calles en algunos trechos. Una pequeña compañía de artistas, tan pequeña que ni nombre tenía, acababa de llegar al pueblo y a punto estuvo la lluvia de arruinar su primera función. Por suerte, no lo hizo.
No eran aquellos buenos tiempos para los cómicos, nunca ninguno lo fue en realidad. Aunque la nostalgia endulce ahora el recuerdo e, incluso a mí, hoy pueda parecer romántica y hasta divertida la vida que aquellos trotamundos −pobres actores sin suerte− llevaban: hoy aquí, mañana allí, siempre de pueblo en pueblo, de camino en camino, bultos, alegrías, desamparos, sueños, tristezas e ilusiones al hombro... no, no lo eran en absoluto.
Yo, por entonces un niño, de aquella época apenas ya nada recuerdo. Un estado de ánimo, tal vez, una melancolía permanente que todo lo envolvía. Hasta aquel diciembre. Hasta aquella gélida, desapacible y pese a ello afortunada tarde de diciembre que con tanta fuerza y de tan irreversible modo mi vida marcó.
Apenas cesó la lluvia e iluminó la luna la penumbra, el aire se llenó de voces. Había dado comienzo la función. El público muy escaso pero entregado: campesinos de rostros curtidos por el sol, por los vientos y la vida, gastados por el tiempo y la pobreza que reían, se emocionaban, lloraban y con entusiasmo aplaudían al compás que la historia marcaba, cautivados por el sonido, por la magia y el misterio de unas palabras que quizás no alcanzaran a comprender del todo pero que, en aquel momento, con certeza sabían sólo para ellos rescatadas del olvido y de las sombras.
Fue entonces que en mi fuero interno, en un lugar muy secreto, una ilusión dormida despertó. Una felicidad nueva, desconocida, mía únicamente, de improviso brotó en mi alma y aquel niño algo triste y solitario que hasta entonces yo era, comenzó a soñar sueños que nunca antes había sentido suyos. Un latido dulce y cálido, algo que apenas sabía nombrar, conquistó su corazón. Una belleza desconocida e inesperada que sin remedio para siempre lo apresó.
De allí marcharon poco después los cómicos rumbo a otros destinos sin conocer la huella que tras ellos dejaban: una criatura rendida, enamorada, para siempre cautiva de la más bella profesión que, sin duda, jamás en el mundo existió. Aunque, tal vez... tal vez algo sí que adivinaran después de todo. Imposible debió ser no advertir aquella mirada atónita, hipnotizada, que desde la primera fila, deshecha en llanto, al mundo gritaba su emoción.
Tantos años desde entonces ya pasaron, tantas candilejas, emociones, bambalinas y escenarios, tantos personajes noche a noche en mi piel cobraron vida... e intacta sigue todavía mi pasión, mi admiración y el destello deslumbrante en mi recuerdo, agradecido, de aquel día.
Tipo de obra Narrativa, Ensayo

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Información de registro en Safe Creative

Identificador 1805167108724
Fecha de registro 16 may. 2018 10:15 UTC
Licencia Creative Commons Attribution 4.0

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Declaraciones de autoría y derechos inscritas

Autor. Titular Marta Navarro Calleja. Fecha 16 may. 2018.


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