- Este software gratuito de código abierto y desarrollo independiente ofrece prestaciones comparables a la de las principales alternativas comerciales.
- Su pronunciada curva de aprendizaje es consecuencia inevitable del amplio abanico de opciones que incluye, pero proporciona desde el principio una experiencia de uso satisfactoria.
Los programas de edición de imagen, empezando por el rey de esta cadena trófica, Adobe Photoshop, suelen incluir herramientas de dibujo más o menos optimizadas. Es el caso de Illustrator, Pocreate, Fresco o Clip Studio Paint, todos ellos opciones de pago, y de la principal alternativa gratuita, la suite visual Canva. Pero si lo que buscas es un programa open source centrado en gran medida en la ilustración, el cómic y el dibujo artístico, vale la pena que le des una oportunidad a Krita, un velociraptor capaz de competir, en su propio nicho, con las grandes bestias jurásicas de Adobe o de la emprendedora australiana Melanie Perkins.
Una creación comunitaria

Los orígenes de Krita hay que buscarlos en un parche presentado como ejercicio práctico en el congreso internacional de Linux (Linux Kongress) de 1998. Su autor, el informático alemán Matthias Ettrich, partió de GIMP, uno de los primeros programas de edición de imagen gratuitos y de código abierto, para proponer una alternativa más intuitiva, funcional y escalable. Varios integrantes de la comunidad Linux recogieron el testigo de Ettrich y acabaron diseñando una herramienta multiplataforma cada vez más completa que tuvo varios nombres (KImageShop, Krayon…) hasta convertirse, ya en 2002, en Krita, la palabra sueca con que se designa a los lápices de cera.
Hasta aquí, la prehistoria del programa. El Krita que hoy conocemos nació una década después, en 2012, de la mano de la Krita Foundation, una asociación sin ánimo de lucro con sede en Países Bajos que se ha encargado de recaudar fondos para las últimas actualizaciones, realizadas en su mayoría por estudiantes de informática de nivel avanzado a los que se invita a colaborar con el proyecto en un marco de prácticas remuneradas. La Krita Foundation acepta patrocinios y recibe donaciones a través de plataformas de descarga como Steam o Microsoft Store, pero el acceso a la herramienta desde la página de Krita sigue siendo gratuito.
Con la profesionalización parcial ha llegado también un alto grado de especialización. La herramienta Krita sigue incluyendo prestaciones genéricas de diseño gráfico y retoque fotográfico, pero ya no pretende competir con GIMP o Photoshop en ese ámbito. Sus rivales preferentes son programas de dibujo e ilustración como lo ya veteranos SAI y Corel Painter o esa nueva hornada que lideran Sketchbook, Inkscape o Medibang.
Toda una constelación de recursos creativos

La primera impresión que produce Krita en cuanto lo descargas e instalas en tu sistema operativo es que sorprende que un programa tan completo siga siendo gratuito. La interfaz inicial es más bien austera, como corresponde a un producto de orígenes artesanales. Pero basta con trastear en sus múltiples opciones para comprender que se trata de un software muy bien concebido y estructurado, enriquecido, además, por las aportaciones de la comunidad de usuarios que se ha ido congregando a su alrededor, nada que ver con la rusticidad voluntariosa de algunos de los competidores gratuitos que han proliferado últimamente y poco (o nada) que envidiar a las herramientas de dibujo de Photoshop y compañía.
La última versión estable, la 5.2.13, se editó hace apenas unas semanas y ha servido para potenciar la compatibilidad con plataformas como Android, pero en caso de que tu sistema operativo no cumpla con los requisitos necesarios para instalarla tienes la opción de acudir a la librería y descargar alguna de las anteriores. Una vez completada la operación, puedes empezar a dibujar sin más preámbulos, porque las opciones básicas están activadas por defecto y el menú (con una herramienta de interacción básica que emula la paleta de un pintor) para acceder a ellas resulta claro e intuitivo.
Eso sí, a los que no estén familiarizados con Photoshop o herramientas similares puede parecerles que la curva de aprendizaje de Krita es muy pronunciada. Esa dificultad inicial se debe, sobre todo, a su riqueza de opciones. Hablamos de hasta 30 paneles con funciones adicionales a las que se proponen por defecto; de 100 pinceles distintos, cada uno con sus texturas y efectos específicos; una muy amplia (y personalizable) paleta de colores; herramientas vectoriales para la creación de viñetas de cómic, y opciones tan útiles como el gestor de recursos o el estabilizador de pinceles. Esta última, por ejemplo, permite dibujar con suavidad y precisión incluso a los que tienen un pulso tembloroso.
Un aficionado poco versado en el manejo de este tipo de programas necesitará, sin duda, mucho tiempo para orientarse en este dédalo de opciones, pero los profesionales valorarán tanto su accesibilidad básica como la posibilidad de personalizar el diseño de menús o los atajos de teclado. Eso sí, incluso los neófitos disfrutarán desde el principio de una experiencia creativa cómoda y placentera, aunque profundizar en sus prestaciones más avanzadas y, en definitiva, sacar al programa todo el partido que es capaz de ofrecer, exija tiempo y perseverancia.

