La célebre flapper animada que debutó en la tira Dissy Dishes en 1930 se prepara para afrontar la batalla más difícil: conquistar su libertad legal. El 1 de enero de 2026, Día del Dominio Público en Estados Unidos, las obras publicadas en ese año, en 1930, quedan libres de derechos de autor, pero en el caso de Betty Boop este trámite automático amenaza con convertirse en otro capítulo del conflicto legal que enfrenta derechos de autor, marcas registradas y libertad creativa desde hace casi un siglo.
Fleischer Studios, la empresa que reclama la titularidad de los derechos del personaje, ha iniciado una campaña informativa bajo el lema Fact Check 2026 en la que mantiene que la entrada del personaje en dominio público es «falsa». Según el estudio, la figura que aparece en el cortometraje de 1930 no es aún la Betty Boop conocida, sino una versión primitiva «con orejas de perro y sin nombre» muy distinta de la pin-up humana que se consolidó a partir de 1932.
Incertidumbre como estrategia
En un comunicado firmado por Mark Fleischer, nieto del fallecido dibujante Max Fleischer, se afirma que la posible entrada en dominio público de esta primera versión «no afecta a los derechos de autor de la empresa sobre el personaje completamente desarrollado», que no vencerán hasta 2028. Además, subraya que el nombre Betty Boop, continúa «registrado y protegido en todo el mundo como marca comercial».
Para Aarón Moss, abogado especializado en propiedad intelectual y autor del blog Copyright Lately, este tipo de campañas buscan más «crear incertidumbre» y «disuadir» a terceros del uso del personaje que ofrecer una base sólida ante un tribunal. A su juicio, la estrategia apunta a generar confusión para prolongar el control del personaje un par de años más, aunque su primera aparición pase al dominio público.
Historial de conflictos judiciales
La historia de la icónica flapper ha estado marcada por litigios desde sus inicios. Ya en los años treinta, Fleischer Studios tuvo que defender sus derechos frente a reclamaciones de terceros, como la de la artista Helen Kane, que aseguraba haber inspirado el personaje o la de un fabricante de muñecas, recoge la plataforma Fandom. La situación se volvió más compleja tras la venta de los derechos en 1941 a Paramount Pictures y las posteriores transferencias a empresas como UM&M y Harvey Film, que fragmentaron la cadena de titularidad.
En 2011, una sentencia determinó que Fleischer Studios no había podido demostrar una cadena de derechos válida, lo que permitió que algunos cortos antiguos de la actriz animada pasaran al dominio público. No obstante, el registro de la marca Betty Boop sigue vigente y actúa como una segunda capa de protección distinta del derecho de autor y sujeta a sus propias reglas.
Límites de la Ley de Marcas
A este respecto, el Centro para el Estudio del Dominio Público de la Universidad de Duke indica que la Ley de Marcas no se puede usar «para prolongar o reemplazar los derechos de autor» una vez que han expirado. La institución cita jurisprudencia de distintos tribunales, incluida la Corte Suprema, que establece que las marcas solo protegen contra la confusión comercial, pero no impiden que un cineasta o un artista cree nuevas obras basadas en material de 1930.
De cara a 2026, los especialistas anticipan que podrían surgir conflictos en dos frentes. Por un lado, proyectos que utilicen cortos o diseños de 1930 ya en dominio público, pero choquen con marcas o versiones posteriores del personaje aún protegidas. Por otro, enfrentamientos entre licenciatarios oficiales y terceros que comercialicen productos apoyándose en ese material inicial. En todo caso, puesto que la versión icónica y humana de Betty Boop entrará en dominio público en 2028, «cualquier demanda presentada ahora difícilmente se resolvería a tiempo para frenar el proceso», apunta Plagiarism Today.
Fuentes: Fleischer Studios, Copyright Lately, Fandom, Universidad Duke, Plagiarism Today.

