A estas alturas de nuestra vida digital, la libertad de expresión, la diversidad de voces, criterios y opiniones, la inclusión y la tolerancia las damos por supuestas. Entendemos que sin estos pilares fundamentales el universo digital sería algo terriblemente parecido al 1984 de Orwell, al Mundo Feliz de Huxley o al Fahrenheit 451 de Bradbury. Un Gran Hermano que nos vigila, soma para todos y enormes hogueras de libros crepitando en las calles. No queremos eso.
Queremos civismo y respeto, conciencia y consciencia, crítica y halago. Queremos lo que nos dé la gana cuando nos apetezca. Todo nos interesa, aunque muchas veces nada nos importe. Eso es la libertad, al fin y al cabo. Eso es también democracia, ¿acaso no? Las distopías están bien en la literatura, en la ficción, pero una sociedad distópica no resulta estimulante. Y si convenimos que las Redes Sociales son un reflejo de la sociedad de la que emergen, distopías incluidas.
Las redes sociales son como La Fuerza (guiño jedi a las lectoras y lectores), fluyen a través de todos nosotros y mantienen unida la Galaxia, pero tienen un lado oscuro. La encarnación de Darth Vader en este contexto también tiene un nombre siniestro: shadowbanning (también conocido como stealth banning o ghost banning), la censura invisible que oculta contenidos, opiniones y comentarios por razones diversas y sin ningún tipo de justificación, información o posibilidad de réplica.
El qué, el porqué y el quién del shadowbanning
Sin visibilidad no hay relevancia, interacción ni posibilidad de monetización. Desde la perspectiva de los creadores de contenido, conseguir visibilidad es una tarea ardua, que requiere talento, tiempo y dedicación para que se traduzca en ingresos y pueda constituir un negocio o, como mínimo, una fuente regular y significativa de ingresos.
Eso a lo que llamamos viralidad no es más, ni menos, que un impulso a la visibilidad que viene provocado por las interacciones de miles o millones de usuarios a los que un contenido les parece lo suficientemente relevante como para hacer un like, compartir o dejar un comentario. Pero nada de eso sucede si no hay presencia en los feeds de los usuarios. Cuando no apareces en los feeds no hay posibilidad de monetización, no hay influencia, no hay retorno de la inversión.
El shadowbanning es la práctica que hace que la presencia en los feeds se desvanezca, ese es el qué. El porqué es muy variado:
- Contenido potencialmente controvertido o borderline, que no viola las normas explícitamente, pero que podría molestar a anunciantes o usuarios.
- Comportamientos considerados spam, como el uso intensivo de hashtags, publicaciones repetitivas o prácticas de growth hacking acelerado.
- Discursos políticos o activismo a los que las plataformas no quieren prestarse como altavoz por razones de conveniencia, línea editorial, contexto sociocultural, riesgo económico o presiones políticas, entre otras.
- Mensajes de odio, violencia, xenofobia o incitación al delito.
- Menciones de términos «prohibidos», ensalzamiento de personajes «malignos» y difusión de proclamas desestabilizadoras.
La lista podría ser muy larga, pero queda claro que el porqué es siempre subjetivo, lo que hoy es inadecuado puede no serlo mañana y lo que aquí no es admisible es ejemplarizante allá. Eso nos lleva directamente a quién. Un algoritmo, esa es la respuesta sencilla y técnica y políticamente correcta. Para ser precisos, hablamos fundamentalmente de tres tipos de algoritmos:
- Algoritmos de detección de violaciones de políticas, que analizan contenido para identificar infracciones como discurso de odio, desinformación o material inapropiado. Para ello emplean procesamiento de lenguaje natural (NLP) para escanear texto y hashtags prohibidos, reconocimiento de imágenes y videos que detecta contenido gráfico violento o explícito y sistemas de coincidencia de patrones que señalan comportamientos repetitivos como el spam de hashtags.
- Algoritmos de reputación de cuentas. Mediante este tipo de algoritmos se evalúa la legitimidad del usuario basándose en tres parámetros: la autenticidad (penalizando cuentas sin foto real, email no verificado o evidencia de seguidores comprados), el historial de interacciones (penalizando cuentas con reportes masivos de haters o tasas de engagement muy bajas) y el crecimiento orgánico vs. Inorgánico (penalizando los follow y followback automáticos, los incrementos anómalos de seguidores y baneando directamente a los bots).
- Algoritmos de distribución de contenido, qué permiten, o no, que un contenido aparezca en los feeds o las búsquedas aplicando sistemas de clasificación por engagement (luz verde a las publicaciones con alta interacción orgánica y luz roja para el contenido con baja participación), filtros de relevancia (mediante los cuales de desindexan cuentas que utilizan excesivamente hashtags no relacionados con su temática) y mecanismos de desmonetización (que redes como Instagram o YouTube usan de forma habitual para penalizar a quienes infringen las buenas prácticas, reduciendo así sus posibilidades de generar ingresos).
Pero los algoritmos no son un quién. Siempre hay un humano o un equipo de humanos, al menos hasta que la IA no tome conciencia de sí misma y se convierta en Skynet, que deciden las reglas que el algoritmo aplicará de manera sistemática. He intentado de manera ardua identificar y contactar con los responsables de las directrices de shadowbanning y el resultado es que ninguna red o plataforma reconoce su aplicación, se desmarcan completamente del término. A lo sumo, aceptan que la política que aplican es «la libertad de expresión es un derecho, la libertad de alcance es una decisión». Y eso nos lleva a que el quién es, según el caso, el «Equipo de Moderación de contenidos», el «Departamento de Ingeniería y Data Science», el «Trust & Safety Team» o un «Subcontratista y Moderado externo especializado». El hilo del que tirar acaba aquí.
Señales para identificar si estás siendo shadowbaneado.
El shadowbanning no es nada fácil de detectar porque, desde la perspectiva de la creadora o creador afectado, todo está bien. Cada cual sigue viendo los contenidos que publica, puede seguir accediendo a su cuenta y publicando con normalidad, no recibe ningún tipo de notificación ni salta ninguna alarma. Todo es tan silencioso y sutil como devastador puede resultar. Entonces, ¿qué indicadores pueden ponernos sobre aviso de qué algo que no pasa está pasando? Estas son algunas señales de alerta:
- Caída repentina del alcance, las visualizaciones y la interacción de tus contenidos.
- No apareces en los hashtags que habitualmente usas.
- Pérdida de ingresos en modelos basados en visualizaciones, colaboraciones o ventas.
- Comentarios por parte de seguidores habituales que te peguntan por qué ya no publicas tanto.
- Las herramientas de terceros que utilizas para tus analíticas (no las herramientas nativas de las propias Redes) muestran una caída anómala de tu alcance.
- Una suspensión temporal de tu cuenta sin motivo alguno (poco frecuente).
Si concurre alguna de estas circunstancias, es posible que te esté aplicando shadowbanning. ¿Y esta situación cuánto puede durar? Pues depende de la plataforma.
El criterio particular que cada red aplica para evaluar la «gravedad de la infracción» determina que tu invisibilidad pueda prolongarse desde pocas horas a varias semanas, o incluso más. En Instagram la suspensión habitual es de entre 3 y 14 días, que pueden convertirse en 30 días en casos graves o usuarios reincidentes. X la aplica durante dos a cinco días y hace un seguimiento de la actividad del usuario «castigado» durante el periodo de penalización para determinar si lo devuelve a la normalidad o prolonga su baneado. En TikTok no hay un plazo oficial, pero la media de las suspensiones es de dos semanas. YouTube no da ninguna pista al respecto.
Qué puedes hacer si te «relegan a las sombras»
Si tienes la sospecha, porque la certeza es difícil que puedas tenerla, de que estás siendo sometida o sometido a un shadowbanning, siempre puedes contactar con el Soporte Técnico. Las vías habituales son mediante las opciones de «Ayuda» o «Reportar un problema» de la red en cuestión, solicitando que revisen manualmente tu cuenta. Asume, eso sí, que las respuestas que recibirás serán vagas, por lo que cuanto más detalladamente puedas documentar los cambios que estás experimentando, mejor. Recibas respuesta o no, logres aclarar la situación, es recomendable que reajustes tu actividad con algunas prácticas «normalizadoras» mientras el periodo de banning esté activo. Por ejemplo:
- Pausa tu actividad, no publiques, no comentes en publicaciones de otros y no hagas likes durante dos o tres días. Los algoritmos que te están monitorizando interpretarán esto como una especie de «acto de contrición» y pondrán tu cuenta en su lista de reinicio.
- Revisa tus publicaciones más recientes y elimina las que utilicen hashtags que se pueda considerar que infringen las normas de la plataforma.
- Si tienes conectadas aplicaciones de terceros a tus cuentas, ya sea para gestión, analítica o interacción, revoca su acceso temporalmente. Y si utilizas o detectas bots, elimínalos.
Y cuando, por fin, recuperes tu visibilidad, no bajes la guardia, el periodo de observación en el que estás aún no ha terminado. Mantén una actividad orgánica sin hacer uso de ninguna automatización o herramienta potenciadora de la visibilidad. Si tenías campañas activas, aunque hacer campañas es perfectamente legal y no tiene ninguna consecuencia penalizadora, no las reactives inmediatamente, tómate una semana de actividad únicamente orgánica. Interactúa con otros usuarios de uno en uno, a la vieja usanza, y sube contenido con una cadencia no intensiva. No utilices IA para recuperar el tiempo perdido publicando como si no hubiera mañana.
No es cuestión de que caigas en la autocensura, pero calibra bien dónde está esa fina línea roja que separa la personalidad que te has construido de las ganas de decirle al mundo que eres víctima una censura invisible que acecha en la sombra (lo cual, todo sea dicho de paso, es completamente cierto). Puede que haya normas de uso de las redes y plataformas que utilizas que te parezcan absurdas, hay muchas que nos parecen absurdas a todos, pero síguelas por tu propio interés.
Lee todas las actualizaciones y notificaciones que te lleguen de las plataformas referentes a normas de uso, recomendaciones de seguridad y políticas de privacidad de datos. Acepta todos los términos de uso relacionados con el tipo de cuenta que tengas en cada red. Y, sobre todo, huye de los hashtags masivos, por mucho que puedan encajar con el contenido que publicas. Cuando has tenido una suspensión, cualquier reincidencia puede tener consecuencias de mayor impacto y de más difícil solución que la primera vez.
Shadowbanning por neutralidad, prudencia, miedo o por si acaso
Y que lo apliquen por miedo no es lo peor, lo más grave es el «por si acaso». Los algoritmos del shadowbanning operan como «cajas negras», con una opacidad que genera sesgos (intencionales y no intencionales) y penaliza con total desproporción a las voces minoritarias y las temáticas controvertidas. El «por si acaso» da un enorme porcentaje de falsos positivos, afectando a cuentas legítimas como consecuencia de actualizaciones algorítmicas masivas o reportes maliciosos. Para los usuarios, para todos nosotros, las consecuencias son que perdemos diversidad de voces, especialmente aquellas que abordan temas sociales, activismo o contenidos no normativos, que suelen ser los más afectados por estos filtros tan «precavidos».
¿Pueden las plataformas silenciar sin avisar? ¿Podemos considerar que de verdad hay libertad de expresión en entornos controlados por intereses comerciales, territoriales y políticos? ¿Debemos conformarnos con habitar en un ecosistema digital dominado por algoritmos opacos? ¿Exigir más transparencia, reglas claras y mecanismos de apelación consistentes sirve de algo? Salvaguardar la libertad de expresión, la tolerancia, la diversidad, la creatividad, los derechos de autor, la capacidad de monetización del talento y el esfuerzo no es solo justo: es necesario. Porque sin reglas claras, la censura no se ve… pero se siente.

