About the work
http://valentina-lujan.es/alicia/quefue.pdf
que fue, para ponerlas más difíciles por si no lo estaban ya bastante, exactamente lo que hice retrocediendo, regresando al Cofee & Shop donde creí, o me pareció, verla con sus botas con vueltas de piel dejando, no por olvido como el paraguas ella sino inocentemente yo y en la seguridad de que a la vuelta me lo encontraría todo tal y como quedaba, la carpeta con los papeles abierta sobre la mesa y expuesto ─ el hecho ─ con toda la ingenuidad y absoluta falta de doblez con que se muestra.
Yo había considerado la eventualidad de que aconteciese alguno de esos accidentes domésticos que, ya por la ruptura de la inercia que por sí mismos acarrean, ya porque como suele suceder en tales casos se enzarzara la familia en una discusión acerca de quién de entre todos los presentes había sido el culpable, forzase a que la atención del observador se desviara y, ahí, en ese pequeño revuelo dirimiendo si el café con leche lo derramó sin querer el abuelo o adrede el menor de los nietos, aprovechar yo la coartada para alegar ante mi amigo que qué lástima pero y mira que lo lamento en el alma los papeles habían quedado del todo ilegibles...
Pero a la vista de que las cosas se complicaron y de que yo no me podía presentar frente a mi amigo, tan anhelante por celebrar mis progresos como estaba, sin algo medianamente enjaretado que mostrarle opté por, anhelante yo a mi vez por evitar que me tildase de tonto, renunciar a tantas estúpidas maquinaciones y continuar, sí, pero por caminos más convencionales que nos conducirían, a todos aunque a los niños hubiera que llevarlos en brazos porque ya empezaban a quejarse de tener sueño y estar muy cansados, a desenlaces bastante más coherentes e instalados en la razón del lector medio que, en opinión de mi amigo, suele tener una cierta querencia por que los finales se centren en hechos decididamente adversos o abiertamente felices pero sin tanto ringorrango, dijo, de connotaciones psicológicas como yo le estaba incorporando a una historia que podía muy bien ser, a él le daba lo mismo, de amor o de guerra o de aventuras que, si yo quería, se podían desarrollar en alguna galaxia lejana con muchos efectos especiales pero ni mucho menos la mitad de destructivos que estos tan abstrusos que yo estaba empleando para, total y a fin de cuentas ― “porque tienes que reconocerlo”, me dijo, y que así nos evitaríamos cantidad de sinsabores porque con “este panorama”, añadió, señalando arrugando la nariz los folios, que no me pensase que fuera a haber editor en el mundo que quisiera correr el riesgo tan estúpido de incorporarnos a sus catálogos y, menos todavía, me imaginase que iba a haber algún crítico que arriesgara sus garbanzos elogiando mis disparatados personajes tan ajenos a las pasiones y pulsiones de las personas normales ―, tener que acabar (continuó tras advertirme de que no olvidara cerrar los guiones) por zanjar alguno de los varios temas quién sabía si no de muy malísima manera y de forma dañina para los intereses de unas pobres personas que habían sacrificado sus existencias a satisfacer mis ansias megalómanas de triunfar a toda costa y aún a riesgo de destruir la amistad tan entrañable que había empezado con tan buen pie cuando me prestaron una acogida tan calurosa aquel día de mi primera visita y de las judías de lata…
Y, sí, cerré los guiones; los cerré y continué escribiendo febrilmente, atento nada más a no perder ni una sola palabra; pero cuando llegué a “latas” hube de detenerme, un poco asustado, al ver, entre el folio en que andaba ocupado y mi nariz, las manos de mi amigo agitándose, como pidiendo auxilio; alcé entonces los ojos para ver qué le pasaba y me lo encontré con la cara amoratada e intentando boquear, como cuando falta la respiración. Y fue, al soltar yo alarmado el bolígrafo, cuando le volvió el color normal y, aliviado, que lo noté muy aliviado, dijo “joder” …
Joder y que qué pasaba con las comas después de los guiones, que había estado a punto de ahogarse y que si es que quería matarlo; y que si es que tenía él que estar pendiente de todos los detalles de que ha de estar dotada una buena redacción.
Y que pero allá yo; “allá tú si quieres acabar con tu gallina de los huevos de oro” ― dijo.
Y, también, “porque tú, que pareces no estarte dando cuenta, sin mí no eres nadie”.
¿Continuará?
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.