About the work
http://valentina-lujan.es/doc/Una%20memoria%20buen%EDsima.pdf
como viene tan de forma del todo demostrable y seguida paso por paso a resultar plausible, sí; y no elevaré, en lo tocante a ese particular en concreto, la menor queja ni ante ninguna instancia competente contra una cualidad que, encima, me adorna; pero, es tan desordenada… o tan ansiosa…
Echa mano indiscriminadamente y con diligencia prodigiosa de todo aquello que yo deseo eliminar de mi recuerdo y, antes de darme tiempo a recapacitar si conviene guardarlo en el cajón que le tengo— no voy a decir “para ello solo” pero sí que sólo para ello y todo lo de su misma condición y especie — reservado en el altillo de la despensa, ya lo ha tirado ella en el cubo de la basura.
Cuando la veo caminar por el pasillo canturreando y limpiándose las manos en las meninges, ya, sin poder evitarlo, me pongo en lo peor; y cuando la increpo con “¿qué has tirado?” me contesta con mucho desahogo que deje de andar vigilándola, que ella sabe perfectamente qué tiene que hacer.
Y es que es un poquito soberbia; dominantona el día que se levanta con el pie izquierdo y eso que se lo noto en cuantito — con esos gestos suyos tan diligentes, tan seguros de sí mismos— la veo cómo se entrega al vicio.
“Mal empezamos” me digo para mi coleto.
Así que fui en seguida; en cuantito la vi embebecida en las cuentas a ver si íbamos o no íbamos a llegar a fin de mes ― que llevamos toda la vida llegando, pero a ella le gusta asegurarse ― salí escopetada a escudriñar entre los envases vacíos de yogures descremados y las raspas de unos boquerones fritos.
Y allí estaba: un trozo estupendo de, a decir verdad, no uno de mis mejores recuerdos; pero sí “estupendo” por el excelente estado de conservación en que se hallaba.
Se lo dije, le dije “¿te das cuenta cómo no tienes criterio?”.
Me contestó que vaya si lo tiene y que qué sabré yo.
– Sé — le dije — lo que necesito para ir tirando.
– ¿“Tirando”, y te lo quedas todo?
– Quiero decir — rectifiqué — “para irme defendiendo”.
– ¿Y de qué vas a defenderte; y con semejante zarrio, además?
– ¿“Zarrio”, un trozo de recuerdo tan estupendo?
– ¿“Estupendo” eso? — replicó, arremangando la nariz y señalándolo con mucho desdén.
– Bueno — admití —; no es de los más felices… ¡pobrecito! — Y lo estreché contra mi pecho —, pero está en tan buen uso, en un estado de conservación tan bueno, que no voy a consentir que una desaprensiva como tú me lo…
– ¡Trae acá, pedazo de insensata! — Y le propinó tal tirón que me lo desgarró un poquito.
– ¿Ves cómo no me entiendes? — Me quejé — ¿Ves cómo es verdad que no tienes criterio?, ¿ves cómo no sabes apreciar el valor de las cosas?, ¿ves cómo no te das cuenta de cuánto puede dar de sí un retal de recuerdo, por malo que sea, cuando se lo trata bien?
– A los malos recuerdos y a sus tiernos retales — repuso en tono muy sarcástico — lo que procede es, y perdona que te lo diga de manera tan llana, darles una patada en el culo.
– Pues yo no pienso dársela — contesté, encaramándome a la silla de la cocina para alcanzar al altillo —; que no sabes tú, pedazo de ignorante, el juego que puede dar… si es que se le sabe llevar con un poquito de mano izquierda, claro, un recuerdo amargo.
– Tonterías — Ella —. Y como encima te caigas ya verás.
Pero no me caí. Y cerré la despensa con llave y la escondí, para que no me lo volviese a tirar.
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.