Durante años trabajé en lo que se supone que es un buen empleo. Pero había una voz, cada vez más insistente, que me hablaba desde un lugar más profundo. No era un impulso caprichoso, era un llamado que no podía seguir ignorando. Así que solté lo estable y me adentré en lo incierto.

No tenía un plan claro. Tenía una necesidad: vivir desde un sitio más honesto, más en sintonía con lo que soy.

La música no llegó como una meta, sino como una consecuencia. Empezó a brotar de momentos de silencio, de la contemplación diaria, de esa mezcla que ocurre cuando el flamenco antiguo se encuentra con la tecnología actual, sin prisa, sin máscara.

Mi nombre es Antonio, aunque en este nuevo andar me reconozco como TanoaG. Más que un nombre artístico, es una manera de estar en el mundo. De escuchar con presencia. De crear desde el corazón, sin adornos.

Compongo y produzco desde casa, con las herramientas que tengo y la intención de compartir algo que acompañe. Que haga bien. Que deje espacio para sentir.

Si algo de esta historia resuena contigo, quizá es porque hay canciones que no nacen para ser cantadas, sino para recordarnos lo que habíamos olvidado.