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https://valentina-lujan.es/L/muy%20distinta.pdf muy distinta, desde luego, de los modos en que se ponían fuera de sí Felipe el segundo o la misma Susanita cuando el abuelo se embalaba cantando ― entiéndase en sentido metafórico y sin acompañamiento de tubas ni clarinetes ni dulzainas pero sí con aquella brillantez tan árida y tan suya ― los defectos que adornaban a… él acostumbraba decir vamos a llamarla Orfelina desatando, sin habérselo propuesto, las iras respectivas de la carnicera y de Ovidio. La ira del primo Ovidio ― porque la de la carnicera se desataba antes, pero tan sin razón o con tan poca, que Fuensanta recomendaba esperar un ratito por ver si se calmaba y podíamos, la que le tocase, abordarla con una cierta serenidad y un mínimo de histeria ― se desataba porque veía tanta viveza, tanto entusiasmo y tanto fuego en las pupilas cansadas del abuelo hablando de su vamos a llamarla Orfelina que él, Ovidio, grande y fortachón como un armario de tres cuerpos, se quejaba, farfullando con la boca llena como era tan tragón, de por qué un viejo decrépito y artrítico había de resultar tan brillante mientras él, con muchísima mayor presencia (decía, sin que se le pudiese negar la evidencia porque Felipe, a secas o “el primero”, es que este, no como mi María Engracia decía la madre que se me crió siempre muy bien, ha salido así, delgadillo, a la familia de su padre menos en la estatura, que sí, era muy alto, la verdad porque en eso ha salido a los míos), pasaba prácticamente desapercibido describiendo los encantos de una tal Victoria, muy guapa, por lo visto, aunque Elvira le decía bueno, pero no te preocupes que a lo mejor no es culpa tuya y Rosarito, ya por apoyarla ya porque el primo Ovidio gordo y necio pero guapo de cara la tuviese bastante encandilada, se ponía a animarlo también ¡pues claro, tonto! y que las mujeres tan guapas suelen ser, en el fondo, muy grises aunque él no se conformaba así como así, tan fácilmente y seguía rezongando no es eso, no es eso, lo que pasa es que a mí alguien me tiene manía hasta que Genoveva, que con tantas obligaciones tan diversas a las que atender y teniendo que llevar en perfecto orden la cuenta de todo, volvía de dirimir alguna cuestión logística, con la lengua fuera la pobre, y se ponía a tejer para, sirviéndose del movimiento de las agujas, dar un codazo con disimulo en el brazo del abuelo que, incapaz de recordar su propio nombre, retomaba con prodigiosa facilidad el hilo de sus pensamientos colocándose, sin ningún problema, en que jamás hubiese debido hacerse cargo de parte tan delicada de una empresa que, a la larga, terminaría por implicar – y en ocasiones hasta por involucrar, elevando su índice el abuelo y manteniéndolo en alto mientras nos miraba de hito en hito y uno por uno ― a muchos que, quién podría saber si incluso en su mayor parte, no estaban siendo inocentes...o casi y, ya puesto en vereda, que de cualquier modo y tal cual queda dicho era la mencionada Orfelina (pues que así vamos a llamarla) quien tenía, allá ella y que se las apañase como Dios o su muy cuestionable criterio ― el de ella, no el de Dios ¡que Dios le librase!, quiso puntualizar, como era tan piadoso que quién ni aun la mismísima Vanesa (la misma Vanesa a la que por el momento vamos a relegar, sugirió doña Loreto, al olvido, no se supo al pronto si por ganar tiempo o porque la alarmase los buenos ojos con que, se había dado cuenta en varias ocasiones, la miraba Felipe) se habría atrevido a poner en tela de juicio ― le dieran a entender, que abrir la marcha sin más pertrechos ni equipaje que sus exiguas explicaderas y, en las manos y porque no las llevase vacías ya que pretextó que se iba a sentir desamparada, uno o varios objetos cualesquiera que le resultaran habituales o cotidianos porque esas jovencitas con tanto arrojo ― mujer obsesiva y madre posesiva doña Loreto ― son muy lagartas por los que ya podía, a su libre elección, ir decantándose. Se decantó tras alguna vacilación por los habituales que el abuelo pronunció como quien nombra algo requetesabido de forma que, nos dimos cuenta en seguida, aunque como decía Gema no os pongáis huecos como pavos reales que para eso no hay que ser ningún lince, de que se trataba de una bolsa de lona, azul, con cremallera en la que la del quinto B, que era su musa, llevaba… – ¿Por qué era su musa? ― Distraída, sin levantar apenas la cabeza cualquiera de las señoritas. –Porque reunía cumplidamente en lo que él suponía su persona de carne y hueso todas las características que se sentía obligado a detestar en cumplimiento fiel de su contrato en el que figuraba, en letra bien grande, la condición inexcusable de que había de ser un viejo malhu... Etiqueta: Papeles Categoría: Telas
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Code: | 2306154592568 |
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Date: | Jun 15 2023 11:17 UTC |
Author: | don Arnaldo |
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.