La deuda

01/02/2018 1801025254992

La deuda El alemán Volker mató a Julia, la hermana menor del negro Suárez. Cuando éste se enteró, fue a buscar al asesino a la “Taberna de Gómez”. Lo encontró acodado en la mesa del fondo, se sentó y le buscó la mirada. En ese momento, la policía entró al local y se llevó al alemán antes que Suárez pudiera vengar esa muerte. Fue el acontecimiento del pueblo y tema de conversación durante meses. Desde entonces la mayoría de los parroquianos empezaron a ver, en el mismo lugar, dos sombras oscuras y quietas conformando con sus contornos la figura de esos hombres, congeladas en aquel instante crucial, detenidas en el aire como tatuajes a la espera de una fatalidad anunciada por sus gestos. Con el tiempo todos los clientes terminaron evitando la mesa sombría, miraban de reojo ese sitio, y cada vez se hacía más evidente, a pesar de que nadie comentaba nada, la presencia de una atmósfera extraña rodeando las siluetas estáticas, en la cual todos advertían el secreto del lance. Pasaron veinte años de aquel drama que todavía se encuentra agazapado en la memoria de la gente como un suceso inconcluso. Hoy el atardecer se está reduciendo para meterse en el horizonte. Se encendieron las luces de la taberna en este pueblo aplastado en medio de la llanura. Aquí todas las calles son de tierra. El bar está sobre la más ancha de todas, la que pasa de largo uniendo una cadena de poblaciones pequeñas que viborean en el corazón de la pampa. El aire se puso misterioso porque esta tarde el alemán regresó por la deuda pendiente, montado en un caballo palomino. Los golpes de los cuatro cascos sobre el polvo blando fueron tan suaves que ni siquiera lograron alterar la siesta. El viento silbó diferente por encima de los techos. Hasta el silencio oprimió más fuerte con su dedo desnudo. Un clima de angustia se pudo adivinar en los nidos de los pájaros. Cuando Suárez se enteró, la noticia le tensó los nervios. Tomó el arma y salió de su casa a buscar a Volker, repitiendo, casi calcando, la reacción que tuvo al ver a su hermana muerta. Supuso que estaba en el bar. Observó al caballo de pelaje claro y cola blanca, atado al palenque, y tuvo la intuición de que el alemán estaba esperándolo adentro. Entró a la taberna y cerró la puerta. Miró sin pensar hacia el fondo y lo vio tomando una ginebra. No lo dejó reaccionar, corrió la silla y se sentó frente a él. En el lugar que ocupaba Volker la sombra oscura se había disipado y ni bien Suárez ocupó su lugar se disipó la otra. La extraña atmósfera dormida durante tanta ausencia en este sitio se volvió diáfana. El dueño de la taberna, detrás del

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  • relatos
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Title La deuda

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Entry date Jan 2, 2018 1:07 PM UTC

La deuda
El alemán Volker mató a Julia, la hermana menor del negro Suárez. Cuando éste se enteró, fue a buscar al asesino a la “Taberna de Gómez”. Lo encontró acodado en la mesa del fondo, se sentó y le buscó la mirada. En ese momento, la policía entró al local y se llevó al alemán antes que Suárez pudiera vengar esa muerte. Fue el acontecimiento del pueblo y tema de conversación durante meses.
Desde entonces la mayoría de los parroquianos empezaron a ver, en el mismo lugar, dos sombras oscuras y quietas conformando con sus contornos la figura de esos hombres, congeladas en aquel instante crucial, detenidas en el aire como tatuajes a la espera de una fatalidad anunciada por sus gestos.
Con el tiempo todos los clientes terminaron evitando la mesa sombría, miraban de reojo ese sitio, y cada vez se hacía más evidente, a pesar de que nadie comentaba nada, la presencia de una atmósfera extraña rodeando las siluetas estáticas, en la cual todos advertían el secreto del lance.
Pasaron veinte años de aquel drama que todavía se encuentra agazapado en la memoria de la gente como un suceso inconcluso.
Hoy el atardecer se está reduciendo para meterse en el horizonte. Se encendieron las luces de la taberna en este pueblo aplastado en medio de la llanura. Aquí todas las calles son de tierra. El bar está sobre la más ancha de todas, la que pasa de largo uniendo una cadena de poblaciones pequeñas que viborean en el corazón de la pampa.
El aire se puso misterioso porque esta tarde el alemán regresó por la deuda pendiente, montado en un caballo palomino. Los golpes de los cuatro cascos sobre el polvo blando fueron tan suaves que ni siquiera lograron alterar la siesta. El viento silbó diferente por encima de los techos. Hasta el silencio oprimió más fuerte con su dedo desnudo. Un clima de angustia se pudo adivinar en los nidos de los pájaros.
Cuando Suárez se enteró, la noticia le tensó los nervios. Tomó el arma y salió de su casa a buscar a Volker, repitiendo, casi calcando, la reacción que tuvo al ver a su hermana muerta.
Supuso que estaba en el bar. Observó al caballo de pelaje claro y cola blanca, atado al palenque, y tuvo la intuición de que el alemán estaba esperándolo adentro. Entró a la taberna y cerró la puerta. Miró sin pensar hacia el fondo y lo vio tomando una ginebra. No lo dejó reaccionar, corrió la silla y se sentó frente a él.
En el lugar que ocupaba Volker la sombra oscura se había disipado y ni bien Suárez ocupó su lugar se disipó la otra. La extraña atmósfera dormida durante tanta ausencia en este sitio se volvió diáfana. El dueño de la taberna, detrás del

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Raúl Ariel Victoriano

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Jan 2, 2018


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La deuda
El alemán Volker mató a Julia, la hermana menor del negro Suárez. Cuando éste se enteró, fue a buscar al asesino a la “Taberna de Gómez”. Lo encontró acodado en la mesa del fondo, se sentó y le buscó la mirada. En ese momento, la policía entró al local y se llevó al alemán antes que Suárez pudiera vengar esa muerte. Fue el acontecimiento del pueblo y tema de conversación durante meses.
Desde entonces la mayoría de los parroquianos empezaron a ver, en el mismo lugar, dos sombras oscuras y quietas conformando con sus contornos la figura de esos hombres, congeladas en aquel instante crucial, detenidas en el aire como tatuajes a la espera de una fatalidad anunciada por sus gestos.
Con el tiempo todos los clientes terminaron evitando la mesa sombría, miraban de reojo ese sitio, y cada vez se hacía más evidente, a pesar de que nadie comentaba nada, la presencia de una atmósfera extraña rodeando las siluetas estáticas, en la cual todos advertían el secreto del lance.
Pasaron veinte años de aquel drama que todavía se encuentra agazapado en la memoria de la gente como un suceso inconcluso.
Hoy el atardecer se está reduciendo para meterse en el horizonte. Se encendieron las luces de la taberna en este pueblo aplastado en medio de la llanura. Aquí todas las calles son de tierra. El bar está sobre la más ancha de todas, la que pasa de largo uniendo una cadena de poblaciones pequeñas que viborean en el corazón de la pampa.
El aire se puso misterioso porque esta tarde el alemán regresó por la deuda pendiente, montado en un caballo palomino. Los golpes de los cuatro cascos sobre el polvo blando fueron tan suaves que ni siquiera lograron alterar la siesta. El viento silbó diferente por encima de los techos. Hasta el silencio oprimió más fuerte con su dedo desnudo. Un clima de angustia se pudo adivinar en los nidos de los pájaros.
Cuando Suárez se enteró, la noticia le tensó los nervios. Tomó el arma y salió de su casa a buscar a Volker, repitiendo, casi calcando, la reacción que tuvo al ver a su hermana muerta.
Supuso que estaba en el bar. Observó al caballo de pelaje claro y cola blanca, atado al palenque, y tuvo la intuición de que el alemán estaba esperándolo adentro. Entró a la taberna y cerró la puerta. Miró sin pensar hacia el fondo y lo vio tomando una ginebra. No lo dejó reaccionar, corrió la silla y se sentó frente a él.
En el lugar que ocupaba Volker la sombra oscura se había disipado y ni bien Suárez ocupó su lugar se disipó la otra. La extraña atmósfera dormida durante tanta ausencia en este sitio se volvió diáfana. El dueño de la taberna, detrás del
Work type Narrative, Essay
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Entry date Jan 2, 2018 1:07 PM UTC
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Author. Holder Raúl Ariel Victoriano. Date Jan 2, 2018.


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